sábado, 5 de mayo de 2012
La otra historia. Por Daniel V. González
La
historia se nutre de la épica. La pura razón, no convoca nuestras emociones ni
estimula nuestro patriotismo. Sólo tiene sentido relatar los episodios heroicos
en el que el bando de los buenos logra derrotar al de los malos. Aunque sin la
ingesta final de perdices, la visión del pasado está armada a menudo como un
relato para infantes, pleno de enseñanzas, frases célebres y moralejas. Y
simplezas.
En
cualquier caso, la historia siempre se arma hacia atrás. Se parte del presente
y se busca concatenar el relato hacia el pasado, para explicar y darle sentido
a nuestra visión del hoy. Se rescata del pasado a aquellos personajes y
acontecimientos que convienen, que conceden fuerza y legitimidad a nuestro
pensamiento actual.
Podría
decirse que, en la Argentina, han existido tradicionalmente dos visiones de
nuestro pasado histórico, dicho esto en tren de una gran simplificación que
deliberadamente omite los matices. La historia tradicional, llamada “mitrista”,
ha sido la historia oficial. El apelativo no proviene tanto de las acciones de de
Bartolomé Mitre como historiador (escribió dos biografías soberbias que
instalaron a José de San Martín y a Manuel Belgrano como próceres máximos del
país, del mismo modo que Leopoldo Lugones designó al Martín Fierro como poema
nacional) sino de su actividad política.
La
Revolución de Mayo, la lucha contra Juan Manuel de Rosas y la instalación de la
democracia son los hitos más remotos de esta visión del pasado nacional.
Rivadavia, Sarmiento, Alberdi y el propio Mitre son los grandes referentes para
quien miran el pasado a través de este prisma.
En
forma marginal y en cierto modo clandestina, surgió otra visión de la historia
contrapuesta a ésta: el revisionismo. El énfasis estaba puesto en la figura de
Juan Manuel de Rosas y los caudillos del interior provincial. Las figuras de la
historia oficial eran rechazadas de plano por ser consideradas liberales,
entreguistas, pro imperialistas, ajenas a la tradición nacional.
Nacida
en el nacionalismo aristocrático y católico, estas ideas luego desembocaron en
el peronismo y, de algún modo, se transformaron en la versión que ese partido
fue adoptando acerca de nuestro pasado histórico.
Según
esta versión, lo que ha cerrado el paso a la Argentina hacia su destino de
grandeza han sido las oscuras fuerzas de los imperios en alianza con las clases
sociales más retardatarias de la sociedad argentina, la famosa oligarquía
vacuna. Primero el imperio inglés, luego el norteamericano nos han expoliado y
han impedido nuestro desarrollo.
Durante
los años sesenta y setenta fue ésta la visión de la historia que prevaleció en
el mundo “nacional y popular”. Con sus diversas variantes: algunos incluían a
Rosas en la lista de los “buenos” y otros lo rechazaban por su porteñismo y su
desdén por la organización nacional y el interior provincial; algunos incluían
a Julio Roca y otros lo condenan por liberal, por militar y por haber extendido
la frontera agraria hacia el sur.
Con
el paso de los años, esta historia “revisionista”, semi clandestina, ha tomado
categoría académica y se ha instalado como la verdadera, la nueva “historia
oficial”. Ya ha dejado de ser “la otra historia”. Ahora es la versión que emana
del poder, la que justifica la acción de quienes gobiernan y la que pretende
entroncar a este gobierno con una larga ristra de hombres heroicos y luchadores
contra opresiones e imperios. Ésta es ahora la historia que se enseña en los
colegios y en las universidades.
Ya
no es más una versión clandestina. Ahora, se pretende, es la única historia
valedera. Que se siga ofreciendo a la venta como “la otra historia” es apenas
un truco de marketing, para desprevenidos. Con esto, pasan al desván personajes
que antes gozaban de prestigio y gloria. Y, al revés, quedan instalados otros
cuya acción, perfil psicológico y pensamiento están a tono con las necesidades
actuales del poder.
El
revisionismo es ahora la “historia oficial”. Es la versión del poder, no ya de
los derrotados, de los postergados, de los sumergidos. Es la mirada histórica
del poder actual, que se construye sobre un relato pretendidamente épico y
heroico del pasado reciente.
Y
esta es una situación incómoda: este abrazo burdo no deja de tener sus riesgos.
El más evidente de ellos es que ata a los avatares políticos del presente toda
una visión del pasado, sometiéndolo a la validación de la contingencia política
inmediata.
El
lugar adquirido por el “revisionismo” no podría ser más incómodo.
3 comentarios:
Excelente escrito, es verdad todo lo que decís.No olvidemos que la historia la escriben los vencedores y en general no sabemos la otra parte..Pero vivir siempre mirando atrás produce divisiones como las que se producen ahora..o será que mi mirada del presente es totalmente crítica? y está basada en mi profunda vocación democrática..
Saludos..
Excelente analisis. Triste, real, pero sin final feliz, porque si la historia la escriben los que ganan...
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