martes, 30 de junio de 2009

El fin de una etapa. Por Daniel V. González


El mensaje de los votantes ha sido bastante claro.
Esta vez no hay margen para la duda ni para las lecturas analíticas en un sentido o en otro.
El oficialismo ha perdido votos en todo el país, como le ocurrió a Raúl Alfonsín en 1985 y a Carlos Menem en 1997. Y, como le ocurrió a ellos, esta elección de medio término marca el final de una etapa política.

El gobierno ha perdido la madre de todas las batallas: la Provincia de Buenos Aires, donde además iba de candidato el gobernador provincial, Daniel Scioli y el presidente del Partido Justicialista, Néstor Kirchner.
Ahí están los obreros y pobres del primer, segundo y tercer cordón que circundan a la Capital Federal, sede de la mayor densidad del voto justicialista. Ahí había cifrado el oficialismo todas sus expectativas de triunfo. Ahí había ganado por paliza en los comicios de 2005 y 2007.
“Tenemos que ganar por 15 puntos en La Matanza para compensar la pérdida de votos en el resto de Buenos Aires”, se oía decir en filas del PJ. Pero no pudo ser. Las diferencias se estrecharon en los cordones otrora llamados industriales. En Avellaneda, hubo un virtual empate y en Lanús, por ejemplo, ganó la alianza entre Macri y De Narváez.
Pero hubo más:
· La victoria de la oposición en Santa Cruz no tiene significación numérica pero desde el punto de vista simbólico, es un mazazo. Santa Cruz es el pago chico de la pareja presidencial. Perder ahí era impensado.
· La holgada victoria de Julio César Cobos en Mendoza ha sido también una dura espina en el corazón del propio Poder Ejecutivo.
· Los datos de La Plata, fueron ingresados muy lentamente. Pero en ese lugar, también emblemático, el oficialismo obtenía un voto de cada cinco.
· En provincias como Córdoba y Santa Fé, el Frente para la Victoria obtuvo apenas alrededor del 10% de los votos.
· Al cierre de esta edición, también perdía en Entre Ríos.

En definitiva, la pérdida de votos ha abarcado todo el país. Pero lo decisivo, por su importancia política, numérica y simbólica, ha sido la derrota en la mayor provincia del país.
Ahí es donde se pusieron todas las fichas. Y ahí es donde la derrota ha sido más dura y difícil de remontar.
Comienza otra etapa en la política argentina.

El síndrome del “pato rengo”
Así llaman en los EEUU (“lame duck”) a la particular circunstancia en la que un presidente, si bien mantiene su investidura y su poder formal, ya carece de interés pues su futuro está bloqueado por el surgimiento y la presencia quien lo sucederá en su cargo. Todos miran al sucesor y prefieren hablar con él.
Después de esta elección, ya no habrá 2011 para los Kirchner.
Ni para Scioli.
A partir de hoy los caciques del conurbano bonaerense estarán atentos para arrimarse a aquél que pinte como el que tiene mayores posibilidades para ser presidente dentro de dos años. Comienza una migración de punteros, de intendentes y, probablemente, de gobernadores. Es uno de los momentos más crueles de la política. Se quiebra la lealtad, se abandona a los perdedores, se rodea a los triunfadores y se reconoce su jefatura.
Pero resta un largo período hasta el fin del mandato presidencial. Dos años y medio largos.
Es una incógnita la actitud que asumirá el gobierno ante esta derrota. Lo obvio sería negociar con las fuerzas políticas de la oposición, dueñas de dos de cada tres votos en la Provincia de Buenos Aires y dueños también de una abrumadora mayoría en grandes provincias como Córdoba, Santa Fé y Mendoza.
Con el escrutinio a la vista, no quedan dudas acerca de dónde está la voluntad popular en este momento y cuál es su mensaje. Sólo falta que se reconozca esta situación de minoría y derrota.

Un nuevo polo aliancista
Tal como fue planteada la elección por el oficialismo, el país entero estaba pendiente del resultado en la Provincia de Buenos Aires. Pero esta circunstancia, claramente decisiva, no puede hacer que obviemos considerar la consolidación, aunque irregular, de un polo opositor integrado por el radicalismo, el socialismo y el ARI.
El triunfo en Mendoza, el de Córdoba (en la lista de diputados nacionales), la excelente elección realizada en Santa Fe, las victorias de Entre Ríos y Santa Cruz, más el 21% obtenido en Buenos Aires, consolidan a esta franja con interesantes perspectivas hacia el futuro.
La incógnita es si en su retroceso, el kirchnerismo conservará o no una parte de la fuerza política que concentraba hace apenas un par de años. Al cierre de esta edición, no está claro quien ganó en Santa Fé. La elección se está definiendo voto a voto. Habrá que ver cómo queda Reutemann si fuera derrotado por escaso margen de votos a manos de Giustiniani. Un triunfo “por un voto” lo posiciona inmejorablemente hacia el 2011.
La política nacional ha vivido un cambio de rumbo. Pero quizá ese momento no se haya dado en estos comicios sino el año pasado, cuando el campo se rebeló en marzo y cuando Julio Cobos, en julio, pronunció su voto “no positivo” a la Resolución 125.
Los resultados de ayer no han sido más que la confirmación electoral, imprescindible por irrefutable, de un cambio en la relación de fuerzas de la política nacional ocurrida durante el conflicto entre el gobierno y el campo.

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