miércoles, 2 de abril de 2014
Las confusas ideas de Cristina. Por Claudio Chaves
No
sabemos si Francisco ofició el milagro o si Cristina recorrió por su cuenta el
camino de Damasco. Lo cierto es que la Presidente nos habla de buenas maneras
e invoca al amor y la armonía. ¡Cosas veré de Sancho!...y que a las piedras
harán hablar.
Nos
convoca a desechar el odio y la venganza, porque la violencia engendra
violencia. Siempre es mejor hablar, afirmó, no, sin razón. No sabemos si se
dirigía al conjunto de los argentinos o particularmente a D’Elía y sus
amigos por aquello de “los odio” o a los jueces kirchneristas, que por afán de
venganza, sólo juzgan a los militares y no a los antiguos guerrilleros que
iniciaron la violencia individual en nuestro país, asesinando dirigentes
gremiales, empresarios y militares.
Dejando
a un lado estas “pequeñeces” lo cierto es que el odio y la violencia se hallan
más en su arco político que en otros. No digo que en la oposición no se
incube este sentimiento, pero es en ciertos grupúsculos aledaños al poder donde
se fomenta el odio y esto, más, por razones ideológicas que por malformación
del carácter. Aunque es justo decir que hay personalidades más propensas al odio
que otras.
Los
cenáculos ideologizados que rodean al gobierno aún profesan la nefasta
doctrina de la lucha de clases o el esquema laclausiano de amigo-enemigo. Este
dogma es el promotor del odio y la violencia. Ahí tendría que dirigir su
arenga, la señora Presidente. Sin ir más lejos el publicista del gobierno Braga
Menéndez, en una nota realizada por el diario La Nación, se afirmó en la
doctrina de la lucha de clases.
Volviendo
a Cristina Kirchner, en su alocución por cadena nacional, comparó ciertas
conductas que no identificó, con la noche de los cristales, aquella terrible
jornada cuando los nazis atacaron las casas y los comercios judíos en
Alemania, previo al ascenso de Hitler al poder. Salvajismo, dijo, preparado por
la atmósfera de violencia gestada por la ideología nazi. ¡Y esto es
cierto!
Sin
embargo la confusión apareció al remitir sus ideas al país. La exposición de la
Presidente fue neblinosa y cargada de ideas zigzagueantes, por lo tanto
arriesgo una interpretación: creo que estableció una asociación entre aquel
clima antijudío de la Alemania del 30’ con los últimos hechos de justicia por
mano propia ocurridos en distintos puntos del país, alentados, debe pensar
Cristina, por la ideología punitiva de aquellos que recolectan firmas para
evitar la modificación del Código Penal.
Ni
una cosa ni la otra. Ni justicia por mano propia, ni garantismo de una reforma
alocada.
LA
COMUNIDAD JUDÍA
Pienso
que la comunidad judía debiera reaccionar de manera inmediata y pedir
explicaciones, puesto que en lo profundo del pensamiento de Cristina, tanto sea
por flaqueza ideológica, superficialidad de ideas o algo más peligroso,
anidan razonamientos discriminatorios al igualar la paliza dada a delincuentes
por vecinos bestiales, con las palizas recibidas por los judíos a manos de los
nazis.
¡Quiso
decir esto Cristina? ¿Es posible semejante disparate? ¿Que los judíos son
comparables con los delincuentes? No, seguramente se le escapó.
Pasa
que al tener tan internalizada la idea de delincuente=exclusión el despiste
puede tornarse inevitable. De todos modos, pienso, debiera tener más cuidado.
Ciertamente una sociedad exclusiva tiende a crear conductas delictuales; pasa
que una vez cometido el delito, tanto el ladrón, el asesino, o el violador han
dejado de ser excluidos para ser incluidos en la categoría de
delincuentes.
Las
sociedades debieran proponerse achicar los márgenes de la exclusión social para
evitar nuevos delincuentes. Sin embargo los que han cruzado esa línea deberán
tener el condigno castigo. No hay nazismo en el hecho de pedir que se combata
al delito. Y si la gente hace justicia por mano propia, una aberración, es
porque el Estado se borró y la Justicia no existe.
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