lunes, 20 de junio de 2011

El chino, la costeleta y el gobierno K. Por Daniel V. González

La Argentina y en general todos los países con economías atrasadas viven un momento histórico muy favorable. Desde 2002, sus productos de exportación (alimentos, combustibles, materias primas en general) se han revalorado en el mercado mundial a la vez que muchos bienes industriales han bajado sus precios de comercialización.



Se trata de un fenómeno ciertamente novedoso: la tendencia secular, histórica, ha sido la contraria. Durante décadas, los precios de las materias primas sufrieron de una relación desventajosa respecto de los productos industrializados. Además, a partir de la posguerra, por razones estratégicas Europa decide reagrarizarse al costo de fuertes subsidios. Su producción, aportada al mercado en claro desafío a las leyes económicas del liberalismo que esos propios países proponen, contribuía a deprimir aún más los precios de los productos primarios.
Esta fuerte tendencia desfavorable adoptó la forma de una teoría cuyos efectos parecían ineludibles. La CEPAL, al mando de Raúl Prebisch, formuló que el deterioro de los términos del intercambio signaba las relaciones económicas entre el centro (países desarrollados) y la periferia (países atrasados).
Pues bien, aunque parezca un milagro, esto ha cambiado. No sabemos por cuánto tiempo pero ha cambiado. Y en este cambio de tendencia han tenido que ver, de un modo decisivo, el impresionante crecimiento económico de China, en primer lugar, y de India. El descomunal aumento del consumo en esos países ha impulsado hacia arriba el precio de las materias primas. Y nuestro país se ha beneficiado de un modo impensado por esta circunstancia.

La importancia del modelo… chino
China logró esquivar el destino soviético a partir de importantes modificaciones a su economía. Le dio un creciente espacio al mercado e incorporó a la producción y a la posibilidad de enriquecerse a millones y millones de obreros, empresarios, técnicos, profesionales, científicos, administrativos y cuentapropistas. Descubrió que el capitalismo, después de todo, no resultaba tan malo para sus intereses ni para su economía. Esta decisión revolucionó la economía mundial, cambió el panorama económico global en pocos años y sentó las bases de un tiempo económico con nuevas y benéficas características para Argentina y una gran cantidad de países productores de materias primas.
Sin este dato de la economía mundial, sin la multiplicación del precio de nuestros principales productos de exportación, el modelo K, al que se adjudica el crecimiento de estos años, no hubiera tenido la más mínima posibilidad de existencia, con las características que le conocemos.
Ninguna de las principales características de lo que se denomina como “modelo K” podría haber existido sin las especiales condiciones del mercado mundial que han significado para la Argentina una lluvia de dólares sobre su economía y sobre el presupuesto del estado nacional.
Detrás de la suficiencia de algunos funcionarios, detrás de las enredadas especulaciones de los intelectuales K, detrás de las lucubraciones teóricas de sus filósofos e historiadores, está la rústica y elemental presencia de un chino, comiendo una costeleta de cerdo engordado con soja argentina y, como él, cientos de miles. Ese es todo el secreto.
Pero nuestro interés no consiste en quitarle mérito al gobierno nacional. Lo importante es que, si no evaluamos correctamente dónde estamos parados, será muy difícil que aprovechemos este momento histórico tan favorable y de cuya permanencia y duración no tenemos mayores certezas.
Porque si todos estos años de crecimiento se deben a la genialidad del presunto modelo K, entonces nuestra economía no peligra, pues hemos descubierto el modo de producir y crecer a voluntad. Si, en cambio, lo decisivo son las condiciones externas, que no dependen de nuestra voluntad sino de circunstancias que no manejamos, entonces debemos estar atentos al uso racional e inteligente de nuestros recursos pues nuestra economía pende del hilo mágico de una favorable configuración de astros en la economía mundial.
Claro que la inclinación del gobierno hacia una explicación del crecimiento económico que fije en sus decisiones las claves del éxito, no es inocente. El lo que, todavía, le proporciona un elevado grado de adhesión y, probablemente, de votos para octubre. Sin embargo, puede ocurrir que el gobierno realmente crea que esto es así, que ha sido la genialidad de Boudou y sus ignotos antecesores lo que ha permitido a la economía argentina superar algunos escollos históricos, como el déficit fiscal y el déficit de su balanza de pagos. Eso no hará otra cosa que desarmarlo para cuando llegue el inexorable momento en que todos los desequilibrios acumulados durante estos años de holgura se hagan evidentes.

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