martes, 22 de febrero de 2011

El gobierno de Cristina y el retrato de Dorian Gray. Por Daniel V. González


Para el grueso del kirchnerismo la elección de octubre próximo está resuelta: ganará Cristina muy probablemente en la primera vuelta. Es eso lo que acusan las encuestas de los garúes que día por día escrutan el clima reinante en la sociedad y el humor de los votantes para con Cristina. Todas las mediciones oficialistas le otorgan a la presidenta una ventaja estimable sobre cualquier otro rival. El kirchnerismo piensa que nada puede modificarse hasta octubre y que, en consecuencia, el triunfo está prácticamente asegurado.


Cierto es que los encuestadores oficialistas registran ya varios errores en mediciones anteriores. La primera fue la elección en la que Piña dejó fuera de combate a Rovira, que aspiraba a modificar la constitución de Misiones. La otra, más notable, fue en la elección de diputados de 2009, cuando todos anticiparon el triunfo de Néstor Kirchner en la provincia de Buenos Aires y sin embargo resultó derrotado aunque, claro está, “por muy poquito”.

Pero, reconozcámoslo, Cristina ha remontado en las encuestas desde la muerte de Néstor Kirchner. Probablemente una porción de argentinos se compadece de la presunta debilidad de una mujer que afronta la tragedia de una viudez prematura desde la presidencia de la Nación o bien una parte del pueblo piensa que con NK han sido sepultados también la mayor parte de los vicios del gobierno.

Además de eso, la economía no ha sufrido –en la percepción popular- ningún descalabro más allá de la inflación y el gobierno está convenciendo a los gremios y a amplias franjas del pueblo de que la inflación no es más que una cuestión de ajuste numérico, que esta “dispersión de precios” no genera ningún problema en razón de que la CGT se encargan de obtener aumentos de salarios que equiparan su nivel de ingresos con los precios y aún más allá, si tenemos en cuenta que los sueldos aumentan el 25/30% y la inflación oficial es apenas del 8% al año.

Tanta es la certeza en la victoria, alentada por las encuestas favorables, que Cristina se ha permitido, en los hechos, prescindir de la totalidad del Partido Justicialista, con la sola e incómoda excepción de Hugo Moyano. Se ha rodeado con un selecto grupo del camporismo de los setenta, aquellos que odiaban a Perón y a quienes éste los echó de la Plaza de Mayo, y piensa que su vínculo directo con las masas es lo que le asegurará la victoria en octubre.

Cristina siente que tiene los votos y que eso le permitirá mantener a raya al PJ de Buenos Aires, cuyos intendentes y jefes zonales echan espuma por la boca ante la imposición del progresista Martín Sabbatella como aportante desde una lista “colectora” que claramente debilita a Daniel Scioli y a cada uno de los candidatos peronistas de Buenos Aires.

Cristina Kirchner se siente con tanta fuerza electoral que piensa que todos los días puede desafiar a Scioli y subordinarlo a una estrategia que para el gobernador de Buenos Aires significa, cualquiera sea el resultado, el fin de su carrera política. En efecto, Scioli puede salir perdidoso a manos de De Narváez si Sabbatella, apoyado por la presidenta y su grupo, hace una elección medianamente exitosa. Asimismo, en caso de triunfar, la próxima gobernación de Scioli no será nada fácil pues el gobernador es centro del odio del núcleo más duro y más cercano a la presidenta, que lo acusa de hombre de la derecha, conservador y otras cosas. El mensaje del kirchnerismo a Scioli es infantil: “apoyá a Cristina ahora que, dentro de cuatro años, todos nosotros te apoyaremos a vos y nadie sino vos heredará a Cristina”.

¿Qué hará finalmente Scioli? Todos los analistas políticos, e incluso el propio Scioli, aseguran que no puede ocurrir otra cosa que el callado alineamiento del gobernador a la estrategia de Cristina pues esa y ninguna otra cosa puede estar en la cabeza de un hombre que siempre ha sido dócil y leal al gobierno que integra. Sin embargo, la realidad es muy móvil y esto, que hoy parece una certeza irrefutable, dentro de pocos meses puede ser distinto, sobre todo si en el conurbano bonaerense, algunos dirigentes territoriales comiencen a dar pasos que los alejen de Cristina.

¿Podrá el gobierno mantener su apariencia saludable y equilibrada? Al igual que el joven y bello Dorian Gray, el gobierno nacional ha logrado mantener –hasta cierto punto- una imagen de lozanía que no se corresponde con la realidad. Al igual que el personaje de la novela de Oscar Wilde, ha logrado desviar y disimular sus pecados y sus propios deterioros gracias a un cuadro (en este caso, el del presupuesto y los equilibrios financieros) para, de ese modo, preservar una imagen de frescura y fortaleza que pende de un delgado hilo que al cortarse significará, como en la obra, la fulminante aparición de todo aquello que, durante años, fue disimulado y absorbido de un modo precario y azaroso.

Que la escena final ocurra antes o después de octubre depende de muchas circunstancias. Pero lo fatal es que, más tarde o más temprano, ocurrirá de un modo inexorable.

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