martes, 2 de agosto de 2011

La confesión de De la Sota. Por Daniel V. González

Ya en la recta final de campaña electoral, a menos de una semana de los comicios provinciales, José Manuel de la Sota sufrió un impensado traspié. Asediado por periodistas, en la mañana del martes, y al ser preguntado por quién votará el próximo 14 de agosto, respondió: "¿el voto del 14 de agosto? Sí, el justicialismo de Córdoba tomó una definición que la manifestó a nivel nacional".

El periodista insitió: “¿Va a votar a la presidente de la Nación?”


Y De la Sota ratificó: “El peronismo ha decidido eso en todo el país”.

No quedó lugar para la duda. La respuesta fue clara y contundente.

Al parecer, esta inopinada declaración del candidato a gobernador por el PJ generó reclamos, cuestionamientos y rechazos en el seno del justicialismo cordobés y desparramó confusión entre los adherentes. Eso hizo que el propio De la Sota saliera a desmentir sus afirmaciones matinales en horas de la tarde, remitiendo a una definición para después de las elecciones provinciales.

En este mismo sentido se habían pronunciado en los últimos días el gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti y su esposa Alejandra Vigo, candidata a vice intendenta por la ciudad de Córdoba. El gobernador dijo que estaba muy absorbido por las elecciones locales como para pensar en los comicios nacionales mostrando la misma dificultad, inusual para un político, de ese personaje que no podía esperar el colectivo y mascar chicle al mismo tiempo. Alejandra Vigo había afirmado que aún no había decidido su voto para el 14 de agosto.

Esta indefinición del justicialismo de Córdoba, dista de ser inocente, claro está. Proviene de una necesidad acuciante de la singular configuración de fuerzas del PJ y su relación con el resto de las fuerzas políticas de Córdoba y con el PJ nacional.

Sin remontarnos demasiado en la historia provincial, sin referirnos a su tradicional rebeldía de provincia grande con ambiciones nacionales, digamos que las desavenencias entre el PJ de Córdoba y el gobierno de Cristina Kirchner surgen con fuerza durante la crisis del campo, en marzo de 2008, apenas asumido el gobierno de Cristina. En ese momento, Juan Schiaretti planteó sus diferencias claras con la política agraria del gobierno nacional. Fue uno de los pocos gobiernos provinciales que desafió a los Kirchner y defendió los intereses del campo a punto tal que, finalizado el conflicto, la Mesa de Enlace le pidió audiencia para agradecer tanto respaldo.

Con este apoyo, el gobierno de Córdoba no hacía más que defender sus propios intereses. En efecto, la configuración electoral de los años setenta y ochenta mostraban una provincia con un partido radical asentado en el interior (el agro) y al justicialismo fuerte en la ciudad (la industria). Esto cambió con el paso de los años y con el surgimiento del Luis Juez que capturó tanto votos radicales como peronistas. En los años de De la Sota (1999/2007), el PJ comenzó a consolidar su mayoría en los sectores rurales y el juecismo se transformó en la principal fuerza política de la ciudad Capital. En la elección a gobernador de 2007, Juez obtuvo en la ciudad de Córdoba exactamente el doble de los votos de Schiaretti: 50% a 25%. Fue el interior provincial el que le dio el tiunfo al justicialista.

En el 2009, con el conflicto entre el gobierno y el campo aún caliente, la elección del 28 de junio reflejó la irritación del electorado con el justicialismo de Córdoba, en general: salió tercero en las dos franjas de poder que se discutían, detrás de Luis Juez y la UCR. Por primera vez en la historia el PJ no pudo llevar un senador al Congreso de la Nación.

En esa elección, la ruptura del PJ con el kirchnerismo ya se había verificado: ambos presentaron listas para diputados y senadores nacionales. El PJ obtuvo el 25% y el Frente para la Victoria el 9%. Esa circunstancia hizo pensar a José Manuel de la Sota que, para las elecciones del 2011, era imprescindible juntar ambas fuerzas si quería tener éxito electoral.

De ahí nació una consigna obvia: la unidad del peronismo. Cada vez que accedía a los micrófonos, el ex gobernador se pronunciaba a favor de un peronismo unido.

Pero existía un problema. Si los votos del puro PJ cordobés se vislumbraban como insuficientes para ganar la gobernación, un peronismo único, que incorporara a los kirchneristas podía sumar votos de un lado pero restarle apoyos importantes en el sector agropecuario, sustento político esencial. Ese dilema no pudo ser resuelto ni siquiera con el encumbramiento de CFK en las encuestas tras el deceso de Néstor Kirchner.

De la Sota, muy afecto a las encuestas de opinión y muy permeable al asesoramiento de los profesionales de la imagen, seguramente contaba con datos que le indicaban que si bien CFK había recuperado votos, ello era probablemente un fenómeno más urbano que rural y que un abrazo con los kirchneristas de Córdoba podría resultarle fatal al momento de contar los votos para gobernador. Juez, por su lado, reaccionó de otro modo: morigeró sus críticas a la presidenta, bajó su tono habitualmente desaforado y centró su campaña en la corrupción, presunta o real, de sus rivales cordobeses.

Mientras transcurrían los meses, De la Sota continuaba caminando por la estrecha cornisa que lo inhibía de criticar abiertamente al gobierno nacional tanto como abrazarse a él. Como las encuestas lo daban muy bien posicionado, evitaba el contacto con la prensa pues temía una pregunta incómoda y crucial: cuál es su posición respecto de la elección nacional. En reuniones privadas, criticaba a Cristina pero en declaraciones públicas su cuidaba muy bien de hacerlo.

Por un lado, sostenía un diario abiertamente kirchnerista pero por otro lado se anima a hacer campaña con un lema crítico al gobierno nacional: “Peleamos por Córdoba, no por pelear”. El tono cordobés de la campaña, ajeno a cualquier disputa nacional, fue acentuándose con el transcurso del tiempo. “Antes yo era un peronista cordobés, ahora soy un cordobés peronista”, enfatiza por estos días.

A su vez, el gobierno nacional tomó distancia del candidato. Formó otra lista para diputados nacionales e impidió al PJ de Córdoba que pusiera a Cristina como su candidato presidencial. Hace pocos días, trascendió que la presidenta había dado su apoyo a De la Sota pero inmediatamente salió el inefable Aníbal Fernández a decir que “el gobierno nacional no tiene candidatos a gobernador en Córdoba”.

El PJ podía estar satisfecho con el hasta ahora exitoso manejo de la ambigüedad: de las elecciones nacionales hablaremos después del 7 de agosto. Esa frase sonaba como “el PJ de Córdoba no se pronunciará sobre su posición nacional hasta tanto resolvamos la elección local. Y hacemos esto porque tememos perder votos de uno u otro lado según sea nuestro pronunciamiento”.

Una actitud ciertamente ambigua e indefinida, que parte del supuesto de que uno y otro escenario son independientes y que a la gente de Córdoba, no le importa lo que piense su gobernador sobre el gobierno nacional y sobre la posibilidad de continuidad de Cristina Fernández.

Nada molestaba más a De la Sota que la proximidad de los comicios nacionales. Por eso eludía las entrevistas en las que no podía evitar preguntas incómodas sobre Cristina.

Y había logrado atravesar con éxito casi toda la campaña. Hasta que hoy, uno no sabe si inadvertidamente o a propósito, aceptó que votará por Cristina el 14/08, aunque luego se rectificara.

¿Es muy importante este pronunciamiento posteriormente enmendado? ¿Podrá tener impacto electoral? ¿Habrá votos que lo abandonen y otros que se sumen? ¿Cuál es la proporción de unos y otros? Son preguntas que quedarán flotando sin respuesta, incluso después del escrutinio.

Si De la Sota resulta triunfador, todos sus gestos, declaraciones y posicionamientos se convertirán, cada uno, en una pieza que encaja con precisión en un engranaje sesudamente elaborado para la victoria. Pero si resulta perdedor, en algún momento se preguntará si no había ninguna opción a esta estrategia medrosa, mezquina y carente de grandeza, que prescinde de considerar que, en el escenario nacional se juegan partidas decisivas en el cercano octubre.

¿Podrá conservar De la Sota los votos del campo ante tanta frialdad en su crítica a la política agraria del gobierno nacional? ¿Será Aguad quien se beneficie por esta definición de último momento? ¿Mantendrá Juez su predicamento en la ciudad capital y podrá imponerlo en el total provincial?

Falta muy poco para que tengamos una respuesta a estas cuestiones.

1 comentario:

Rodrigo dijo...

El anti-Delasotismo en Córdoba es igual de fuerte que el anti-Kirchnerismo a nivel nacional. Paradójicamente van primeros en las encuestas fruto de la inoperancia de la oposición. En Cba ya no hay tiempo para cambios, en el país quedan meses cruciales después de las primarias de Agosto.

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