viernes, 1 de enero de 2010

Carta Abierta, entendimiento clausurado. Por Daniel V. González

Cada vez que lo hacen, dotan al hecho de un escenario y un protocolo que insinúa la pretensión de que los mortales tendremos acceso a una pieza liminar, fundacional. Esa ambición se percibe también en el lenguaje deliberadamente críptico, para entendidos. Pero lo cierto es que, a medida que uno avanza en la lectura de la nueva Carta Abierta, se encuentra con antiguas ideas, con las que los grandes temas son apenas rozados superficialmente y que sólo parecen procurar advertirnos que no debemos olvidar que los que habitan la cúspide de la intelectualidad argentina, apoyan a este gobierno. Y que si ellos, los sabios del progresismo argentino, están donde están, entonces deberíamos pensar muy bien lo que hacemos con nuestras ideas.
El texto séptimo del grupo Carta Abierta, esta vez promete desde el comienzo que se abocará a asuntos de la coyuntura. Y lo hacen pidiendo disculpas: “no es posible omitir la realidad coyuntural”, dice. Lo hacen como diciendo: no nos queda más remedio que abandonar las elevadas categorías históricas, los grandes trazos generales a los que estamos acostumbrados. No se privan, para ello, de la poesía: “el tiempo es una cuchilla que nos clava fatalmente al presente”. Con resignación, entonces, resuelven distraerse por un momento, no exentos de fastidio, de los conceptos profundos que son su materia cotidiana, para descender al charco de los temas cotidianos que afligen al resto de los argentinos.

La clase media ya no es lo que era
La primera aflicción de los intelectuales de Carta Abierta es la pérdida de apoyo, por parte del gobierno nacional, de vastos sectores de la clase media e incluso de franjas populares, que antes lo respaldaban. Claro que lo dicen en el lenguaje sofisticado con el cual, ellos piensan, dotan al documento de mayor nivel intelectual: “Los sectores medios urbanos que en otros momentos cultivaron la modernización cultural y política, hoy se dejan entusiasmar por el barniz eficientista de las derechas, cuando esa tintura enmascara el huevo de la serpiente: el anudamiento de la retórica securitista, la sensibilidad del caceroleo y la defensa del terrorismo de Estado”.
O sea, los sectores medios han dejado de liderar la modernización en la medida en que no apoyan al gobierno tal como lo hacían durante el mandato de Néstor Kirchner. Es una construcción tautológica: si apoyaban al gobierno, simbolizaban la modernización; si no lo apoyan, son víctimas de la manipulación de la derecha. Uno podría esperar que, ante la enajenación de tantas voluntades decisivas, los intelectuales progresistas nos arrimen una idea crítica del proceso que ellos mismos –y no sin fervor- integran. Pero no es así.
Al revés: caen en la trillada explicación que adjudica a “errores de comunicación” ese abandono por parte de los sectores medios: “Algunas medidas gubernamentales muchas veces se presentan despojadas del marco interpretativo que dé cuenta de su real importancia. Porque esa interpretación reclama una discusión sobre qué significan la idea de desarrollo, las formas contemporáneas del trabajo y la situación del Estado”. En otras palabras: los intelectuales de Carta Abierta, aptos para interpretar correctamente las medidas del gobierno, las apoyan. Una parte apreciable del resto de los mortales, al no entender lo que hace el gobierno, lo rechaza.
Más adelante, extienden la crítica hacia lo que se llama “los sectores populares”. Pero lo hacen con gran delicadeza y previas disculpas. A medida que crecen los conflictos sociales, Carta Abierta comienza a facturarle a quienes se movilizan por sus reclamos, que no olviden que este gobierno ha suprimido la represión. Dice el documento: “los movimientos sociales, configuran un mapa de reclamos por la justicia tanto como –paradójicamente- una superficie de disputa que a menudo se ve atravesada por el desdén hacia lo público en función de intereses privados o sectoriales”.
¿Paradójicamente? Nuestros intelectuales progresistas parecieran no entender que la esencia del sindicalismo es el “reclamo sectorial”, la defensa de su salario y condiciones de trabajo. Es razonable que sobrevenga “el desdén por lo público” si el estado no ofrece soluciones. Quizá no sea difícil comprender las razones por las que Carta Abierta defiende “lo público”, con gran energía.

La sensación de inseguridad
Con gran fastidio, los intelectuales de Carta Abierta acceden a descender desde el Olimpo y analizar un tema módico y despreciable: la violencia callejera. Lo hace con la irritación de un caballo que se siente pura sangre y lo obligan a correr una cuadrera.
Y ese enojo aparece en el texto: primero comienza aceptando que se trata de un tema importante pero enseguida desgrana su verdadera idea sobre los reclamos por mayor seguridad. Hemos hecho una lista textual de los calificativos expresados en el documento hacia los que piden vivir en un clima de más seguro: “gritonería linchadora”, “formas medievales de vindicta”, “vendetta disfrazada de nuevos ordenamientos socialmente regresivos”, “golpes comando de sensiblería y gimoteo”, “gabinete de asesores en el marketing lagrimeante”, “la voz de los trogloditas”.
Es evidente el regodeo y el énfasis que ponen los intelectuales progresistas en la creación de frases pretendidamente ingeniosas y certeramente malévolas. Ellos fueron los que crearon la expresión “ánimo destituyente”, que utilizan cada vez que pueden. Esta vez no se quedaron atrás en su rauda carrera creativa: incorporaron la expresión “sensación de miedo” como su aporte para explicar… el miedo de ser asaltado o asesinado. Una joyita lingüística.

Una amplia convocatoria
Hacia el final, el documento amenaza con un giro: parece convocar a una amplia confluencia de argentinos interesados en el bien de la Patria. Después de aceptar la crisis de la educación pública, que por supuesto adjudica a “los noventa”, el espíritu de los intelectuales progresistas parece enternecerse: “Todos podemos presentar nuestros enunciados. Invitamos a hacerlo y este es el momento.” Una propuesta realmente democrática, podría uno pensar. Pero inmediatamente se corrigen: “(debemos) decirle no a las abstracciones publicitarias euforizantes que se presentan como plan de gobierno, lo mismo da un Lacalle, un Cobos, un Piñera o un De Narváez, o desarrollismos que se llaman productivos para no pronunciar –como Duhalde– el verdadero nombre de un giro a la derecha”.
Como vemos, se acabó la amplitud. Claro que no podemos achacarles a los intelectuales de Carta Abierta el no mirar con buenos ojos a De Narváez. Pero, si se trata de hacer una convocatoria para arrimar ideas en búsqueda de un nuevo sistema educativo, sería razonable tener en cuenta que el dirigente bonaerense acaba de alzarse con un triunfo importante en la provincia de Buenos Aires y ello significa que cuenta con el apoyo, expresado democráticamente, de una amplia franja de voluntades de argentinos que, coincidan o no con el proyecto en marcha, seguramente algo tienen para decir sobre un tema tan sensible como la educación.

Los vaivenes de la voluntad popular
Hacia el final del documento, los intelectuales progresistas muestran su preocupación ante la evidencia del retraimiento del apoyo popular al proyecto que pregonan. Lamenta que “una porción popular se opone con masculladas injurias a las mismas medidas que objetivamente los favorecen”. Vuelven a insistir más adelante y lo definen con gran claridad: “Una parte del país recibe con apatía lo que debía reanimarlo”. Pero los intelectuales no pueden, no quieren o no saben sacar las conclusiones más obvias de este abandono del apoyo popular. Al revés, lo adjudican a factores ajenos a la propia conciencia de quienes antes apoyaban y ahora ya no lo hacen: “Es necesario saber que las operaciones de cierre de ciclo que pululan por doquier tienen a su favor el estado real de agrietamiento en la opinión general, sometida a operaciones de escepticismo, folletín moralizador y miedo. La cancelación de expectativas es un martilleo diario”.
En otras palabras: son los oscuros intereses, a través de las publicaciones y de la prensa, los que manipulan la voluntad del pueblo llegando, incluso, a que éste retacee apoyo a políticas que manifiestamente están pensadas en su beneficio.
Como se ve, no aparece nada que los intelectuales progresistas tengan para señalarle al gobierno como un error cometido, una política equivocada o una percepción errónea de la realidad. Cabe preguntarse si, con tanto regodeo críptico y elusivo de un análisis que contemple la propia acción de gobierno como fuente del abandono del apoyo popular, el progresismo argentino cree que ayuda al gobierno.
¿No habrá razones políticas dignas de análisis para explicar los hechos que tanto preocupan a la gente de Carta Abierta? ¿O todo puede ser explicado, simplemente, por la acción maligna de las oscuras fuerzas de la reacción?

No hay comentarios:

Publicar un comentario