sábado, 4 de febrero de 2012

Un país "modelo 1958". Por Ricardo Lafferrière

"Un auto argentino hoy sólo tiene el 30 % de partes nacionales. En las épocas de Arturo Frondizi, tenía 90%". Es la reflexión del presidente de la UIA, Ignacio de Mendiguren, de la que se hacen eco los diarios del domingo. La afirmación es cierta. También -debe reconocerse- más de medio siglo atrasada.
Los comienzos de la segunda mitad del siglo XX fueron el escenario de un mundo que, apenas salido de la 2a. Guerra, tenía particularidades alejadas del tercer milenio. Mundo bipolar, economías nacionales cerradas, intercambio administrado, modelos autárquicos, tecnologías metalmecánicas con ninguna agregación electrónica, mercados nacionales...En ese mundo, una industria automotriz con el 90 % de integración nacional era un modelo razonable, aún obviando el hecho de que sólo era posible por la disposición inversora del capital norteamericano abundante extendiéndose por el mundo.Hoy, un auto nacional incorpora el 30 % de valor agregado interno. Pero no sólo acá, sino... ¡en cualquier lugar del mundo en que se fabriquen autos! Simplemente, porque el mundo es otro, y el paradigma productivo no son ya las economías cerradas y autárquicas, sino el mercado mundial -de diseño, producción, comercialización, integración, consumo, posventa, innovación-.No hay casi ya cadenas de producción que no estén internacionalizadas. Desde ya lo está la vanguardia, el complejo electrónico, liderado por los celulares. Si el jefe industrial se queja del 30 % de los autos, habría que escuchar qué opina de los teléfonos, en que la integración nacional no llega al 5 %..., sin capacidad exportadora alguna, porque hasta ese mínimo porcentaje está subsidiado por el agro. En los propios autos, por cada unidad exportada el país pierde Mil dólares, que se le extraen a la soja...caso curioso de la economía kirchnerista, que cuánto más produce, más pierde...Pero también los artefactos líderes de mercado: MP3, IPOD, MP4, amplificadores, televisores, línea blanca. Y ropa deportiva, perfumes, medicamentos, óptica, juguetes. Y alimentos gourmet, insumos tecnológicos para el agro, accesorios para camping...por no hablar del equipamiento en bienes de capital, aceros especiales, instrumental de precisión, ¡hasta planchas, que han desaparecido de las estanterías!Los propios autos se pueden exportar sólo porque la administración del comercio regional en el sector reserva cupos que se colocan en el mayor mercado de la región, que es Brasil. Si las ocurrencias "cincuentistas" de la Presidenta, su Secretario de Comercio y el Jefe de la UIA avanzan y Brasil no compra más autos porque se cansa de los desplantes y aplica represalias -o, más curioso aún, si le copia la receta a Moreno- la Argentina no estará en condiciones de fabricar ni siquiera el "troncomóvil", ese auto soñado por Moreno para el "obrero peronista", que en lugar de motor funcionaría a pedales, como las bicicletas...porque en el país no se fabrican motores.Hay que retroceder mucho, bastante atrás del 58, para encontrar un tiempo en que las visiones del kirchnerismo tuvieran algo que ver con la realidad. Hasta el propio modelo peronista originario hizo crisis cuando se acabaron las rentas que en su momento -como ahora- les confiscaba al campo, a los salarios, al saqueo previsional y a las reservas.Debe reconocerse, sin embargo, que al escuchar la mayoría de los liderazgos opositores, se observa que ese atraso conceptual no es un privilegio del kirchnerismo, sino que goza de excelente salud en el radicalismo, en el socialismo y aún en algunas voces del propio desarrollismo, congeladas en el tiempo y exhibiendo su obsolescencia, como si lo que fue progresista hace más de medio siglo lo siguiera siendo para siempre, al margen de la evolución del mundo y del propio país."No es viento de cola, es buena administración", decía hace pocos meses la presidenta, aludiendo a los "destituyentes" que la alertaban sobre el peligro de seguir liquidando capital para mantener el jubileo, olvidando la inversión en energía, en infraestructura, en equipamiento, en modernización tecnológica y en la imbricación inteligente en las cadenas globales de valor.Ahora, al amainar el viento de cola, ya no desea más "parecerse a Alemania", sino "no importar ni un clavo". Aunque caiga la actividad, el salario, los ingresos fijos, la producción industrial, nos quedemos sin energía -como ya nos quedamos sin vacas- y ampliemos aún más la brecha tecnológica. Un país más pequeño, más pobre, más atrasado, más injusto, más aislado, más intrascendente.Curioso cambio de ideología en apenas pocos meses -separados sólo por una elección presidencial-. Su "buena administración" la llevó a generar uno de los ajustes más salvajes que se tenga memoria, que aunque se realice en cuotas para intentar vanamente disimularlo, ya comenzó a sentirse en amplios sectores de la población.El intento de volver cincuenta años atrás es una misión imposible, por más esfuerzos principescos que se le exijan a su "chirolita" -diría Moyano- a cargo de la Secretaría de Comercio, o a su interventor en la central de los empresarios. En todo caso, en el camino es probable que volvamos a encontrarnos con autos que vengan sin manijas en las puertas y sin espejo retrovisor, como supo ocurrir en el país no hace mucho. O sin "airbags", sin ABS, y sin computadoras... como en 1958.Porque, como lo afirmara Aristóteles y lo recordara Perón hace varias décadas, por más esfuerzos dialécticos y adecuaciones del "relato", al final única verdad sigue siendo la realidad, la que exige, como primer condición para cambiarla, que se la conozca, se la estudie y se la respete.

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