martes, 14 de febrero de 2012

La demagogia: un viaje de ida. Por Gonzalo Neidal

Si uno quisiera determinar el nivel del debate político en la Municipalidad tiene un excelente botón de muestra en el debate que rodeó el reciente aumento de la tarifa del colectivo urbano, que ahora costará 3,20 pesos.
Por razones que aún uno no se resigna a aceptar pero que parecen determinadas por leyes rigurosas e inapelables, cada vez que se discute este tema u otro similar, la oposición se tira de cabeza a la pileta de la demagogia.
Pero no hablamos de la oposición actual sino del partido o los partidos que en ese exacto momento estén oficiando de minoría, sean los peronistas, los radicales, la izquierda o el juecismo.
Es fatal: el que no ocupa en gobierno se empeña en cumplir al pie de la letra el famoso Teorema de Baglini según el cual las propuestas de los partidos son más irresponsables mientras más lejos ese partido se encuentre del ejercicio del poder.
A nadie la gusta aumentar el precio del boleto de colectivo. Si un intendente lo hace no es porque encuentre placer perverso en ese acto sino porque la ecuación matemática del servicio reclama que el boleto aumente. Es un cálculo matemático sobre el que podrá haber diferencias de centavos pero que en lo sustancial no concede lugar a dudas. Pues bien, llegado el momento de tan dolorosa medida –necesaria casi siempre porque la inflación ha regresado- aparecen los políticos opositores muy preocupados por “los que menos tienen”, forma elíptica de aludir a los pobres, en quienes obviamente el aumento del boleto repercute más.
Como publica ayer Alfil, el vice intendente Bee Sellares, con laboriosidad de abeja, reprochó pacientemente a la oposición esta circunstancia que describimos. Aunque, claro, omitió decir que cuando el radicalismo era oposición y no oficialismo caía también en el mismo vicio demagógico. Los argumentos de Olga Riutort no se hicieron esperar: lo acusó de “marciano”. Una delicadeza. También el concejal Héctor Campana sumó su lágrima y su lamento a la dolorosa circunstancia del inevitable aumento.
Lo que uno nunca llega a entender es cuál es la propuesta de los quejosos, ante la falta de rentabilidad de un sistema cuyos números no cierran y que, por lo tanto, demanda equilibrio en sus cuentas so pena de implosión. ¿Qué es lo que proponen? ¿Apelar a sus propios bolsillos para lograr el equilibrio? ¿Hacer una colecta pública? ¿Recaudar fondos con un partido de viejas figuras del básquetbol local? ¿Pedirle una entrevista a Cristina para enternecer su corazón y lograr la permanencia de algún subsidio?
¿O simplemente lo hacen para embromar al que gobierna y hacer que la gente se enfurezca con el Intendente y piense que el aumento es simplemente un capricho de quien en este momento tiene la responsabilidad de gobernar la ciudad?
Ya es hora que nos pongamos las pilas y actuemos con un poco de seriedad. Ser oposición no consiste en sentarse cada día en la banca, con una gomera, con el sólo objeto de acertarle alguna piedra en el ojo al partido que está administrando.
Si los técnicos del Pichi o la Olga tienen alguna brillante idea sobre la forma de financiar el servicio sin aumentar la tarifa (o, incluso, con tarifa gratuita para todos y todas), que no sean egoístas y la hagan conocer al país y al mundo entero. Todos estaremos agradecidos.
Pero si no fuera así, probablemente lo mejor sea bajarse del banquito y evitar exacerbar a los usuarios del servicio, que ya bastante tienen con un aumento que les mete la mano al bolsillo y, casi siempre, sin mejorar el servicio.
Y el gobierno, que se está mostrando como una administración que llegó para poner orden, debería restablecer los controles para determinar concretamente si los empresarios cumplen con lo que estipula en contrato de concesión, la incorporación de unidades nuevas y las frecuencias, entre otras cosas.
Tenemos un servicio de transporte urbano bastante malo y hay que ponerse a trabajar para mejorarlo. Es hora de dejar de lado la demagogia barata e inconducente.







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