lunes, 27 de febrero de 2012

"Nacionalizar YPF no es la solución para los problemas energéticos argentinos". Reportaje a Nicolás Gadano

En la oficina de Nicolás Gadano, ex economista jefe de YPF y autor de Historia del Petróleo , hay un cuadro sobre una pared con un aviso publicitario de 1948. Una imagen en blanco y negro dice “YPF es la síntesis de un pueblo que marcha seguro hacia sus altos destinos”.

La frase condensa la suerte de la economía argentina y de la empresa en todo este tiempo: ambas fueron de un extremo al otro. YPF, en sus 100 años de existencia, pasó de estatal, aliada del Gobierno y guardiana del autoabastecimiento energético, a privada, enemiga de la Casa Rosada y responsable de las importaciones que atentan contra uno de los pilares macroeconómicos.
“El sector energético aparece hoy como parte del problema macro del país porque pesa mucho sobre las restricciones en la balanza comercial. Y la percepción del Gobierno sobre una crisis macroeconómica se vuelve tan prioritaria que pasa a estar por arriba de otras cosas y genera una volatilidad enorme”, dice Gadano a iEco.
–YPF tiene un peso tan grande en el mercado que sus operaciones podrían quedar subordinadas a la percepción que el Gobierno tenga sobre el futuro de la macroeconomía. En ese caso, la suerte de YPF está atada a la de la macro.
–Depende de cómo se haga. Si el Estado le compra las acciones al accionista mayoritario y paga el precio justo, significa darle a un extranjero los dólares para que los saque del país. Si se expropia, en cambio, no habría fuga de divisas.
–No, porque el sector continuaría siendo deficitario. Además, hay un problema de fondo con YPF y es que el cash flow de la empresa está condicionado por el esfuerzo de la política de dividendos que se hizo bajo este Gobierno. Por esto no se entiende qué podría aportar la nacionalización. Si el objetivo es maximizar la inversión de YPF, el Tesoro no puede hacerlo ni éste ni los próximos años.
–El 88% de las reservas de hidrocarburos del mundo está en manos de empresas estatales. Históricamente, los países ricos en estos recursos fueron víctimas de abusos de empresas que explotaban sus yacimientos y encontraron que la manera de asegurarse el control de la renta petrolera era a través de empresas estatales. Hay ejemplos diversos. Pero nacionalizar YPF no es la solución para los problemas energéticos argentinos.
–No hay consenso. Hay empresas estatales muy buenas como la de Noruega, menos buenas como la de Brasil y muy malas como la de México. Hay empresas privadas muy buenas como la Exxon y otras muy malas. En mi opinión, el tema no es pública versus privada: es si la firma es buena o mala.
––Las empresas no tienen por qué preocuparse de la sustentabilidad en el suministro de energía del largo plazo. Si un país fija las reglas, las empresas maximizarán el rendimiento en el horizonte más corto posible sin hacerse cargo de si la economía tendrá la energía suficiente para crecer y crear empleo.
–La Argentina debe dar condiciones para que la inversión privada que ya está encuentre su rol, pueda saber qué puede hacer, cuánto debe pagarles a las provincias, a la Nación y cuál es la rentabilidad de esos proyectos. El Estado argentino no está en condiciones de absorber las responsabilidades de recuperar el sector energético. El sector privado debe poner mucho.
–Si YPF sigue en manos privadas no quiere decir que el Gobierno no puede influir sobre el reparto de la renta petrolera, la inversión, la tecnología o el cuidado del ambiente. El Estado debe influir sobre todos estos asuntos sin necesidad de crear una empresa estatal. Para eso hay que definir una política energética.
–Las dos grandes discusiones en el tema hidrocarburos en nuestro país fueron Estado vs. privados y provincias vs. Nación. ¿Quién es el dueño y quién entrega las áreas en concesión? Hoy las provincias aprueban las concesiones, pero no definen la política petrolera o gasífera global. ¿Cómo puede ser que la Nación mantenga la responsabilidad de la política la explotación y la exploración de hidrocarburos? La actual ley de Hidrocarburos es del gobierno de Onganía.
–La política energética de la Argentina no puede estar en función de YPF pero sí el plan de negocios de la empresa debe ser consistente con el marco legal. No podría darse el caso que Repsol utilizara el cash flow de la firma para explotar yacimientos del grupo en Libia. La política de negocios de YPF no debe diferir diametralmente de la política energética argentina.
–¿La pelea entre el Gobierno e YPF tiene precedentes en el país? –Sí. Ni el peronismo ni el menemismo ni el kirchnerismo sostuvieron una política de continuidad hacia YPF. El primer peronismo empezó con una política estatista y monopólica. Cuando Perón enfrentó una crisis de balanza de pagos y vio que YPF no aportaba una solución, desarrolló contratos con las multinacionales y en 1954 firmó uno famoso con la California Oil. El enfoque inicial de YPF con el menemismo fue interesante: se construyó la primera empresa privada sin entregarla a una firma extranjera como sucedió con la telefonía. YPF fue privatizada de manera atomizada y el Estado mantuvo el 20%. Las decisiones sobre sus negocios se hacían en la Argentina y desde la Argentina hacia el mundo. Luego, el propio Menem abandona el modelo para cumplir las metas del primer trimestre de 1999 que había impuesto el FMI. Menem entregó YPF a una empresa extranjera y el proyecto cambió.
–Se incorporó un accionista local a la empresa. En mi opinión el cambio salvó a YPF de su desaparición porque YPF había comenzado a ser una parte más del grupo Repsol. La identidad de YPF había comenzado a disolverse; por ejemplo, el dominio de los mails de los empleados ya no decía “ypf” sino “repsol-ypf”, por citar un caso. Todo esto cambió con la incorporación del Grupo Eskenazi. En mi opinión, el enfoque del Gobierno con YPF no es estatizarla sino reducir el peso del accionista extranjero y armar una suerte de control con empresarios nacionales.
–¿Funcionó? –El arribo de un socio local aportó más identidad y evitó la disolución de YPF dentro del grupo Repsol. Pero también es verdad que la forma en que se hizo no fue la mejor porque la política de reparto de dividendos que se acordó con el kirchnerismo fue muy agresiva. Además, el accionista que entró es muy pequeño y se endeudó. Ahora tiene que devolver esa deuda y eso impacta en la capacidad de asignar a las inversiones justo cuando el Gobierno necesita divisas.
–¿Hasta dónde YPF fue maltratada por los vaivenes de la macro? –La afectó mucho. En la primera privatización de YPF, a finales de los 80, la empresa ya estaba en quiebra. Durante la dictadura, fue usada hasta último momento para financiar la “tablita”. La firma vegetó durante los ochenta y era muy difícil manejarla. Todo esto no ocurrió con Petrobras. En Brasil siempre se protegió el cash flow de la empresa. Podemos discutir si se hizo bien o no la privatización de YPF pero no reescribamos la historia de que YPF era una empresa modelo que andaba bárbaro. YPF era una máquina de repartir plata a los directores, a los sindicatos y a proveedores que vendían tubos sin costura a precios 4 veces más caros que los internacionales.

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