domingo, 18 de septiembre de 2011

Una elección, dos derrotas. Por Daniel V. González

Desde 1983 el peronismo no puede ganar la capital de Córdoba. Lo más cerca que estuvo, por así decirlo, fue en 1999, cuando triunfó el liberal Germán Kammerath, en alianza con José Manuel de la Sota.

Cuando el radicalismo se aplacó, luego de los gobiernos municipales de Mestre y Martí, apareció Luis Juez y ganó las dos elecciones posteriores, la de 2003 y 2007. Esta última con Giacomino como candidato.
Y en esta octava elección, el peronismo volvió a perder.
¿Con quién perdió el PJ?


¿Con la UCR de Ramón Mestre?

¿O con Olga Riutort?

Como sea, el pueblo de Córdoba siempre se las ha arreglado para evitar tener un intendente del PJ. Para eso, votó a los radicales, al juecismo o a Olga. Pero nunca le confió la ciudad al peronismo.

Cierto es que esta vez, nuevamente, sus chances eran aún menores pues Olga, nuevamente ha demostrado que es más representativa del peronismo que el PJ, que cuenta con apoyo oficial, y que incluía en la fórmula a la esposa del gobernador, que puso todas sus fichas, su prestigio y parte de su futuro político en esta elección.

El PJ ni siquiera pudo capitalizar la debacle política del juecismo. Su virtual desaparición.

¿A dónde fueron a parar los votos de Juez?

Los menos, a Esteban Dómina.

Otros, volvieron al radicalismo.

Algunos habrán votado por Campana.

Pero tenemos la sensación de que el grueso se inclinó por Olga Riutort, que con su lenguaje popular, sus vínculos con Cristina Kirchner y su propia historia personal en el peronismo local, resultó la heredera más notoria del juecismo.

¿Era Campana el candidato más adecuado para el PJ? ¿Era el mejor candidato, habida cuenta de su carácter de recién llegado a la política, sus evidentes falencias en materias de historia política?

La pregunta está mal planteada. Sería quizá más pertinente preguntarse si el peronismo tenía otro candidato más afín con su historia, con su perfil de partido popular.

En el seno del PJ, no lo tenía. Campana era no sólo el mejor: era el único.

Si tenía un candidato más perfilado con el estilo, con el discurso y la imagen tradicional del peronismo, ese candidato no era otro que Olga Riutort.

Sabiendo sus falencias en la Capital, desde el gobierno provincial y en un tiempo de arcas holgadas, el peronismo se empeñó en hacer obras importantes y notorias en la Capital.

Y no le fue mal en la elección provincial.

Pero esta vez la cosecha fue magra. Una derrota muy dura. Casi humillante.

¿Qué pasó?

Algo similar, en cierto modo, a lo que le sucedió a la lista de diputados nacionales del PJ. Al cosechar en dos canastas, los porcentajes para cada una, fueron reducidos.

Para no dejar dudas de que estos comicios para intendente de Córdoba eran importantes para él, Juan Schiaretti puso a su propia esposa (que tiene méritos y carrera política propia, por cierto) en la fórmula.

Fue una osadía, una jugada arriesgada. Y no le salió bien.

Por eso, ahora, con los resultados a la vista, el gobernador queda dueño de una derrota muy dura.

Una derrota que es doble. Que vale por dos.

A manos de Mestre.

Y a manos de Olga.

No sabemos cuál duele más.

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