martes, 27 de septiembre de 2011

Protección. Por Gonzalo Neidal

No hay nada para temer. Eso está bien claro.
Lo de Monte Grande finalmente fue una garrafa o un tubo de gas o una bola de fuego o un pituto.
Pero no era la crisis mundial.
Porque la crisis mundial, ya nos lo ha dicho la presidenta, pasa por la Argentina pero sigue de largo. No se detiene acá ni a cargar nafta.


¡Hasta Dilma Rousseff tuvo que aceptar que Brasil no es invulnerable a la crisis! ¡Pobre gente que no ha tenido la suerte de nacer en la Argentina! Mucho BRIC, mucho liderazgo emergente pero la crisis les llega a ellos como a cualquier hijo de vecino.

Mientras tanto, nosotros los miramos desde nuestro bunker inviolable.

Hay algunos, mala gente, que andan diciendo que la gran protección que tiene nuestro país es el precio de la soja. Que eso sólo nos permite tener un margen de seguridad del que otros carecen.

Los que dicen eso ignoran deliberadamente la verdad: que Argentina está protegida por el “modelo productivista con matriz diversificada”, o algo así. Que es el que está en vigencia desde 2003. Que el precio de las materias primas que exportamos se haya triplicado, es una coincidencia que de ningún modo objetamos.

Es cierto que el precio subió pero también es cierto que Argentina tuvo la precaución de contar con extensas praderas que, además, son de las más fértiles del mundo.

Hay que convencerse: somos completamente invulnerables a la crisis.

¿Que Brasil puede comprarnos menos autos? Eso se soluciona muy fácil: los vendemos en el mercado interno con un programa que, por ejemplo, se denominará, obviamente, “autos para todos”.

Holgados y cómodos como estamos (y seguiremos estando), casi podríamos publicar un libro –de edición limitada- en el que expliquemos cómo es que estamos haciendo para que la crisis no nos llegue.

La natural modestia de la presidenta y de su ministro de economía y compañero de fórmula es lo único que impide que enviemos emisarios a cada país a explicar cómo hay que hacer para que la crisis no les llegue.

Aparentemente, nuestra economía es tan sólida que saldría indemne incluso en el caso de cumplirse, en diciembre de 2012, la mentada Predicción Maya.

No hay nada comparable a vivir en un país tan seguro como el nuestro.

Pero aún así, si con el modelo económico en marcha, alguna esquirla de la crisis mundial acertara a pasar por Argentina, tenemos una carta en la manga.

Una suerte de plan alternativo que no figura en ningún libro de economía.

Muchos no lo creen pero su eficacia está probada.

El escepticismo y la incredulidad de muchos, son razonables.

Pero, les guste o no, Dios es argentino.

Y con este Plan B, somos Gardel.

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