martes, 20 de septiembre de 2011

La culpa de los otros. Por Gonzalo Neidal

Uno no sabe cómo tomar el hecho de que Luis Juez haya dejado de hacerse el gracioso. Ya no es un perpetrador serial de chistes.
¿Se trata de un cambio de estilo o de mera incapacidad de reírse de su propio infortunio electoral?
Como sea, se lo nota más serio. Menos jodón.
No es para menos: las derrotas siempre complican y nos hacen perder el buen talante.
Pero hay otro aspecto que, quizá en forma compensatoria, ha desarrollado últimamente: echarle la culpa a los demás. Y con esto, juez se acerca un poco más a los políticos tradicionales.


Juez tiene toda la razón del mundo cuando dice que “los votos no se trasladan”. Con eso quiere significar que la gente que lo vota a él, no necesariamente va a respaldar a quien él indique. Como en el caso de Estaben Dómina, que sacó menos de la quinta parte de los votos que Juez obtuvo en la capital provincial hace poco más de un mes. Es cierto.

Pero también es cierto que hay veces en que ese fenómeno sí ocurre: el PJ de Córdoba pudo pasarle a Germán Kammerath los votos para que ganara la intendencia en 1999. Y el propio Juez hizo algo similar en 2005 cuando Giacomino fue elegido diputado nacional.

Sucede que Juez ha perdido esa capacidad. Y al decir que los votos no se pueden trasladar, en realidad le está diciendo a Dómina que él, el candidato, no ha sabido juntarlos.

Luis Juez debería reflexionar sobre su baja tolerancia a la autocrítica. Conocer los errores, y reconocerlos, aceptarlos, puede ser un buen punto de partida para recuperar fuerzas.

En su versión, en 2007 la culpa de su derrota fue inicialmente del correo, que hizo trampas. Pero luego tuvo que extenderla al gobierno provincial, al nacional, al Tribunal Superior de Justicia y a la mismísima Corte Suprema. No sabemos por qué milagros quedaron afuera de la conspiración la CIA y el Pentágono.

Recientemente, en su derrota del 7 de agosto pasado, acusó a la gente que lo rodea de escribirle el “diario de Yrigoyen”, es decir, de no informarle en forma correcta acerca de la evolución de las encuestas.

Y así con todo.

En ocasión de esta nueva derrota de su partido, pudimos escucharle una reflexión desacostumbrada. Dijo que quizá él no debió apurarse, que probablemente debió repetir su mandato al frente de la Municipalidad. ¿Quién lo apuró a tirarse a la gobernación? De esto, Juez no le echó la culpa a nadie, hasta ahora.

Ayer, en un reportaje concedido a Pablo Rossi de Cadena 3, Juez aceptó la posibilidad que probablemente todavía no sea su tiempo para gobernar esta provincia. Pero inmediatamente, tal como es su costumbre, derivó culpas.

“El que te marca el tiempo es el de arriba”, dijo refiriéndose a Dios.

Claro: ¡cómo un simple mortal como Juez osaría discutir sobre sus tiempos políticos con el mismísimo Creador!

Con ese argumento fatalista, ya ni deberíamos discutir de política. Es más: el propio Juez debería omitir hacer campaña para cualquier cargo, ya que la decisión depende del Supremo.

Con la autoridad que a este columnista le confiere el hecho de haber votado por Luis Juez en 2003, es que nos sentimos autorizados a decirle: Luisito, dejá de echarle la culpa a los otros. La culpa es tuya y de nadie más. Si querés gobernar Córdoba, ponete las pilas y aprendé algo fundamental: no alcanza con la mera apología de la decencia.

Hace falta más que describirse como bueno y honesto.

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