miércoles, 7 de septiembre de 2011

El desprestigio de los números. Por Gonzalo Neidal

Está claro que los números ya no son lo que eran.

Ya no gozan del prestigio que antes se les profesaba.
Y la culpa no es sólo del INDEC: los encuestadores aportan lo suyo, también. Así como hay estadísticas para demostrar lo que uno quiere, también hay encuestas apropiadas para quienes las contratan. Encuestas que dicen aquello que el que las paga quiere que digan. Como el cliente siempre tiene razón, y a nadie le gusta recibir malas noticias, los encuestadores suelen retocar los resultados para que no ofendan a su cliente. O bien, seleccionar una muestra adecuada para que el resultado dé a favor de su contratante.
O sea: hay encuestas para todos los gustos.

Encuestas que dan bien y otras que dan mal. Encuestas que se alejan y otras que se acercan. Encuestas que dan ganador a Fonseca y otras que favorecen a Mengueche. Nada hay más democrático que las encuestas. Hay para todos los presupuestos y medidas.
Y cada vez los políticos dan más importancia a estas consultas. Casi tanta como a los propios comicios. Es que, piensan, las encuestas influyen sobre el electorado. Si los votantes ven que tal o cual candidato se posiciona bien en las encuestas, entonces lo votan para participar del presunto triunfo. Actitud “triunfalista”, le llaman los que pretenden conocer mucho de la psicología de las multitudes. Por eso, cada vez más, las encuestas se están transformando en una batalla casi tan importante como la elección misma.
Quizá sea esto lo que explique el formidable revuelo que causó ayer la consulta telefónica realizada por el programa Juntos, de Cadena 3. Don Mario Pereyra siempre aclara la ausencia de pretensión científica que tiene su compulsa: se registran los mensajes de texto que llegan a la radio, excluyendo todas las repeticiones. Un voto por cada celular y punto. Además, tratándose de quien se trata, el juego limpio queda fuera de cualquier sospecha.
Pero siempre queda algún disconforme. Sobre todo, los que no han sido favorecidos por los resultados. Esos son los que quedan enojados y critican hasta la afonía la existencia de errores, manipulaciones, limitaciones o lo que fuere.
Y se contradicen: ponen mucho énfasis en desmentir algo que valoran como distante de la realidad o bien carente de la seriedad científica de otras encuestas. De aquéllas que los dan a ellos, a los que se quejan, mejor posicionados.
Algunos explicaban el asombroso resultado (Campana asediando a Mestre desde muy cerca) en razón de una presunta orden que habría dado el gobierno provincial a sus empleados para que respalden a la fórmula Campana-Vigo. Es osado pensar en el acatamiento masivo y disciplinado. Si fuera así, los perdedores deberían preocuparse mucho pues seguramente, para el día de los comicios, la consigna será la misma.
Porque el 18, se sabe, será la encuesta definitiva. Eso está claro.
Después del 18, a llorar al campito.

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