martes, 13 de septiembre de 2011

Cuando decimos accidente. Por Gonzalo Neidal

Vayamos al grano.
Creo que la palabra “accidente” está siendo mal utilizada.
Con ella nos referimos a hechos tales como choques, personas atropelladas por automóviles, colectivos que se incrustan en trenes, motocicletas que son arrolladas por camiones. Y otros similares.
No sé cómo deberíamos llamarles. Pensemos algo.
Pero no “accidentes”.

Porque esa palabra señala hechos aleatorios, casuales, eventuales, contingentes.


Hechos que no dependen de la voluntad humana.

Que suceden de un modo imprevisto o imprevisible.

Que suceden de forma imposible de prever e incluso de evitar.

Hace pocos días, en Córdoba, un menor corría una “picada” en pleno centro de la ciudad y mató a una joven.

Días después, un automóvil atropelló a una motociclista, que quedó en grave estado.

Ambos se dieron a la fuga, abandonando a sus víctimas, lo cual nos habla de la naturaleza y calidad humana de ambos conductores.

Ayer, un colectivo cruzó con las barreras bajas en un paso a nivel en la Capital Federal y fue atropellado por dos trenes. El resultado fue la muerte de once personas y daños y heridas para decenas de pasajeros.

¿Accidentes?

¿Podemos llamarlos de ese modo?

¿Cómo debe ser calificado el acto en el que alguien maneja su vehículo de tal modo que termina atropellando y matando a otro al que, además, deja tirado en el pavimento?

¿Cómo un colectivero que cruza las vías en infracción y hace morir a varios de sus pasajeros?

No somos tan ingenuos como para pensar que en esto hay soluciones fáciles.

Pero cuando uno habla de aumentar las sanciones civiles y penales para estos que matan con un vehículo, enseguida aparecen las voces descalificadoras.

Dicen que la solución debe ser integral.

Que aumentando las penas no se soluciona el problema.

Que se trata de una solución rústica, propia de países atrasados.

Que, más que sancionar, hay que hacer prevención.

Que los accidentes ocurren en todas partes del mundo.

Que se trata de un tema cultural, de difícil solución.

Que hay que crear conciencia.

Todo muy bueno, sin duda.

Pero cada día aparece alguien al volante manejando como un estúpido.

¿Dije estúpido?

Me rectifico.

Cada día aparece alguien al volante manejando como un pelotudo.

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