martes, 27 de septiembre de 2011

Los votos y las mentiras. Por Gonzalo Neidal

Cuando dentro de algunos años se analice lo que ahora ocurre, a  muchos les parecerá imposible. O increíble. Hoy a todos nos parece sacado de una novela de George Orwell, que hasta ayer nomás haya existido una muralla que partía a Europa en dos. Y que los que estaban de un lado, no podían pasar hacia el otro.

La historia de estos días es protagonizada por un juez, Alejandro Catania, que ha hecho una carrera meteórica al amparo del poder. Y desde su magistratura, pareciera querer devolver favores a quienes lo promovieron a su encumbrado lugar en la justicia.


Pero comencemos por el principio.

Todos sabemos que las cifras del Indec, los números de inflación que publica, están dibujados. Todos sabemos que la inflación verdadera es superior a la que marca ese instituto, que en otro momento fue prestigioso e independiente. Pero, como el gobierno tiene una amplia mayoría política que se apresta a ratificar en las próximas elecciones, entonces nada de lo que hace puede ser discutido.

Y si miente la inflación desde el INDEC, está bien que lo haga.

En estos momentos, pareciera que los votos legitiman todo. Incluso la mentira.

Pero hay economistas que no se resignan y calculan sus propios índices de precios. Y comprueban que, efectivamente, la inflación es mayor que la que dice el gobierno. Los economistas publican sus propios índices de precios y son sancionados con fuertes multas por el gobierno y, además, perseguidos por la justicia.

Como si esto no fuera suficiente, ahora aparece el Juez Catania y pide a los diarios más importantes del país que informen el domicilio y los teléfonos de todos los periodistas que han escrito sobre inflación desde 2006. Una clara acción con la que se pretende intimidar a quienes opinan y escriben con libertad. Un hecho insólito nunca visto en tiempos de democracia.

Pero este grave hecho pasa desapercibido en medio de la euforia de consumo generalizada. Se lo valora como un hecho menor, poco importante y sin mayores consecuencias.

¿Dónde están los defensores de la libertad de prensa?

¿Dónde están los intelectuales presuntamente progresistas que defienden los derechos humanos?

¿Poder escribir con libertad no es un derecho humano?

¿O los votos transforman a la mentira en verdad y a los periodistas independientes, en delincuentes?

Pero nada de esto es hoy valorado.

La mayoría está distraída, consumiendo y recibiendo algún que otro subsidio.

Probablemente haya que esperar a que todo lo que hoy exhibe verdor, perezca.

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