lunes, 13 de agosto de 2012

¿Se intentará La Gran Menem? Por Gonzalo Neidal


Cada paso que da el gobierno en relación con el manejo de la moneda extranjera, se entierra más y más en su propio pantano. Las restricciones para la libre adquisición de divisas a los particulares comenzaron siendo suaves y, con el tiempo, fueron endureciéndose hasta llegar a la ridícula situación actual en la que nadie que quiera poner sus ahorros en dólares o euros, puede hacerlo libremente. Salvo, claro está, que compren esas monedas a los arbolitos o en las denominadas “cuevas”, donde cotiza a un precio sustancialmente superior al oficial.

Un modo sumamente rústico de entorpecer el turismo en el exterior y el ahorro de la gente en una moneda dura que, para colmo, está barata en relación con las continuas alzas de precios de todos los bienes y servicios de la economía.
El mensaje es más o menos éste: señoras y señores, si ustedes desean viajar al exterior, les haremos la vida imposible. Los obligaremos a llenar formularios, los investigaremos y entorpeceremos de mil maneras su olígárquica y presuntuosa pretensión de viajar. Además, si ustedes quieren ahorrar en dólares, también los complicaremos y los convenceremos a la fuerza de que no hay nada mejor que ahorrar en pesos, con tasas anuales que son entre 10 y 15 puntos inferiores a las de la inflación.
En la línea de medidas ridículas y rudimentarias, el lunes la AFIP hizo conocer su nuevo hallazgo: se proveerá a los aspirantes a viajar de la moneda del país de destino. En estas condiciones, imaginamos que ni el empecinado Ernesto Guevara hubiera podido realizar su famoso viaje en motocicleta, tocando casi todos los países de Sudamérica y varios de América Central.  
Esta celosa custodia de la moneda extranjera le hace a uno pensar que las reservas que se declara tener en el BCRA quizá no sumen la cifra que se manifiesta sino que alcanzan una cifra sustancialmente menor, pues de otro modo no se pondría tanto énfasis en el combate de un circuito que, para los propios funcionarios del gobierno, maneja montos marginales y poco importantes.
Pero además, Moreno, Cristina y Echegaray tienen edad suficiente como para saber que estas medidas restrictivas sólo conquistan un territorio pequeño y nunca resultan eficaces. Si se prolongan en el tiempo lo suficiente, llegará inexorablemente un estallido cambiario que no hará más que ratificar que el público tenía razón, que el mercado (horrible palabra en el canon K), ha vuelto a triunfar sobre los caprichos de los funcionarios tozudos.
Uno puede pensar que la idea del gobierno consiste en mantener la economía bajo control hasta que llegue el momento de entregar el poder a su sucesor. Hacer, en cierto modo, “la Gran Menem”: dejar un paquete precario para que explote en mano de su sucesor y luego quedar como el único capaz de controlar la inflación y asegurar el crecimiento.
Si es éste el pensamiento oficial, es probable que no estén leyendo adecuadamente algunos datos de la realidad. Local y mundial. En primer lugar, para el fin del mandato de Cristina falta una eternidad. Tres años y pico, muy largos. En segundo lugar, hay claros problemas con la inflación, que el gobierno se niega a aceptar en público.
La inflación es una bomba de tiempo que va creando desfases, desequilibrios, caos, desconfianza y presiones que se acumulan anticipando una eclosión inevitable.
Ya pasaron las actualizaciones de sueldos de los convenios colectivos y se cobraron los aguinaldos. Llega la hora de los ajustes de precios que es lo mismo que decir de la paulatina disminución de los salarios recién aumentados. Vendrán nuevos reclamos, ajustes extraordinarios, presiones sobre los formadores de precios, controles y nuevos controles.
Una película muy conocida cuyo final ya lo sabemos.
En cada una de las remakes –que hemos visto varias- termina del mismo modo. Muy mal.  


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