domingo, 26 de agosto de 2012
Perón no temía a los ajustes. Por Gonzalo Neidal
Ha
sido el azar, aunque ayudado seguramente por nuestra curiosidad, el que ha
puesto en nuestras manos un interesante folleto propagandístico donde se
transcribe el discurso de Perón en el que éste anuncia el Plan Económico de
1952.
Este
texto no resulta tan interesante desde el punto de vista histórico sino por su
actualidad política. No por la luz que pueda echar sobre el pasado sino por las
lecturas provechosas que podamos hacer desde el presente.
En
efecto, la palabra “ajuste” ha sido proscripta del lenguaje de los políticos y
economistas argentinos. Se le adjudica una connotación perniciosa pues se
piensa que designa medidas de gobierno que perjudican gratuitamente a los más
pobres y arroja al país a un cono de sombra y recesión. Conforme a esta visión,
ajuste es pobreza, menores ingresos y caída productiva, sin ningún beneficio a
la vista.
En
el folleto que mencionamos, hemos encontrado algunos párrafos sugestivos y
sorprendentes e incluso desconocidos en algunas de sus precisiones y
puntualizaciones. Conviene repasarlos pensando en la argentina de hoy, donde a
las dulces mieles de un tiempo próspero parece suceder una etapa con algunas
dificultades económicas de diverso orden y proveniente de distintos ámbitos.
Aquellos
años
En
primer lugar, conviene recordar el contexto económico de esos años de gobierno
peronista. Llegado al gobierno con el golpe militar de junio de 1943, Perón
había ratificado su poder con el voto popular mayoritario en febrero de 1946 y
luego había conseguido modificar la Constitución para acceder a un nuevo
período de gobierno. En las elecciones de 1951, primeras en que votaron las
mujeres en la Argentina, había logrado la reelección. Los años iniciales de prosperidad
habían pasado, los saldos de guerra ya se habían agotado y el país comenzada a
tener dificultades económicas, reforzadas por dos años de fuerte sequía que
impactaron fuertemente en la cosecha de granos y, en consecuencia, en el
consumo interno y en las exportaciones.
Toda
la economía estaba afectada por esa coyuntura desfavorable pero, además, Perón
había llegado a la conclusión que la expansión de los primeros años de su
gobierno, los subsidios, las estatizaciones, los aumentos salariales y otras medidas
expansivas debían ser limitados pues comenzaban a afectar a la economía en su
conjunto.
Ese
es el marco en el cual Perón anuncia su plan económico de 1952, el 18 de
febrero de ese año. Ahí Perón rectifica claramente algunas de sus políticas más
características de los primeros años de su gobierno. Veamos algunos aspectos.
Por
empezar, el texto está presidido por una frase del propio Perón, sumamente
significativa en aquel tiempo y, sin ninguna duda, también en el momento
actual: “Los hombres y los pueblos que no sepan discernir la relación del
bienestar con el esfuerzo, no ganan el derecho a la felicidad que reclaman”.
Propone
como objetivos del plan: “aumento de la producción, austeridad en el
consumo, fomento del ahorro, eliminar el
derroche, reducir los gastos innecesarios, renunciar a lo superfluo y tratar de
aumentar la producción un 20%”.
También
postula “crear un estado de conciencia popular de austeridad en los consumos,
para aumentar los saldos exportables, mediante la racionalización de los
consumos en el rubro ganadería.
Propone
fomentar el ahorro mediante el aumento de las tasas de interés.
En
materia de inmigración plantea algunas restricciones que, con los parámetros
actuales parecerían discriminatorias: “restringir la inmigración a la que, sin
lugar a dudas, se radique en las explotaciones agropecuarias y adoptar medidas
tendientes a evitar su radicación en los grandes centros urbanos”.
Producir,
no derrochar
También
cambia Perón su política de estatizaciones de empresas, tan difundida en sus
primeros años de gobierno. En este aspecto propone “reducir al mínimo
indispensable las expropiaciones por causa de utilidad pública y que en todos
los casos sean sancionados por el Congreso”. Y agrega: “recomendar suma
prudencia en la presentación al Congreso Nacional y Legislaturas Provinciales
de proyectos que tiendan a cercenar o limitar arbitrariamente la propiedad”.
Respecto
del consumo individual, Perón es reiterativo y sumamente estricto: propone
“organizar el desenvolvimiento económico familiar sobre la base de consumir
menos y producir más”. Insiste: “la regla debe ser ahorrar, no derrochar”.
Es
en este discurso donde Perón pronuncia una famosa frase, muy citada, acerca de
que “es necesario que cada uno de los componentes de la familia produzca por lo
menos lo que consume. Para ello es menester quebrar la modalidad existente en
muchos hogares de que el único que trabaja y aporta para los gastos, es el jefe
de la familia. Todo el que está en condiciones de trabajar, debe producir. Sólo
así puede aumentarse el bienestar nacional, popular, familiar e individual”.
Producir, trabajar,
esforzarse, consumir menos, no despilfarrar, ahorrar, tales los parámetros que
plantea Perón en este discurso, poco antes de asumir su segunda presidencia.
Podrá decirse que se trata de
un momento especial en que la crisis por la sequía obligaba a tomar medidas
duras. Es cierto. Pero muchas de sus propuestas constituyen criterios
permanentes para situaciones de crisis y, en tal sentido, con las adecuaciones
del caso, conservan validez actual en lo conceptual.
Una de las ideas señeras de
su programa de gobierno puede encontrarse en este párrafo: “Las buenas
intenciones y las acertadas medidas pueden favorecer en algo las soluciones,
pero el trabajo y el sacrificio, creadores de riqueza, son los factores
decisivos de toda solución económica”.
En fin… quien quiera oír, que
oiga.
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