domingo, 26 de agosto de 2012
Los candidatos y sus estrategias. Por Gonzalo Neidal
Probablemente
sea en respuesta a las confesadas aspiraciones presidenciales de Mauricio Macri
y Daniel Scioli, que algunos gobernadores han salido ya a expresar sus deseos
de que la Constitución sea modificada para que Cristina Kirchner pueda
continuar en la presidencia por un período más.
Los
otros dos ya anotados en una futura carrera presidencial son Hermes Binner y
José Manuel de la Sota. El socialista no ejerce cargos ejecutivos pero se
visualiza como el candidato natural de su partido. De la Sota, en cambio, más
que declarar sus aspiraciones presidenciales, ha pasado a los hechos: se mueve
como un potencial candidato, actúa como tal y, en sus discursos, no deja pasar
oportunidad para diferenciarse de las políticas, criterios y conceptos que
rigen al gobierno nacional.
Cualquier
valoración que podamos hacer hoy de las perspectivas de estos candidatos,
carece ciertamente de toda pretensión predictiva: la política argentina vive a
los saltos, la brusquedad es su modo de existir, los giros impensados, su forma
de expresarse. Transcurre apenas el primer año de este segundo mandato de
Cristina y toda discusión sobre la sucesión presidencial aparece como prematura.
Mentar
la continuidad, es la estrategia inevitable que parece quedar a los gobiernos
que carecen de posibilidad de reelección. De este modo pretenden conjurar el
síndrome del “pato rengo” (lame duck), es decir, la pérdida de poder y
magnetismo que azota que quienes van llegando al final de sus mandatos. Cuando
se acerca ese fatídico momento de devolución del poder, incluso la tropa propia
comienza a especular acerca de quién será el sucesor. Una vez identificado,
hace sus valijas y se muda a las inmediaciones del nuevo príncipe.
La
necesidad de dejar abierto el camino y la intención de la continuidad en el
poder resulta vital en la lucha por el intento de conservarlo hasta el último
minuto de gobierno. Carlos Menem, interdicto por la reforma constitucional de
1994, hizo el intento de un tercer período. Una curiosidad: fue De la Sota quien
se presentó en la justicia pidiendo la habilitación de Menem para un nuevo
período, que a todas luces no le correspondía. Este hecho probablemente le sea
recordado en un futuro no lejano.
Las
estrategias
Quizá
la estrategia más complicada sea la elegida por Daniel Scioli. Llegado a la
política de la mano de Carlos Menem, en 2003 acompañó a Néstor Kirchner en la
fórmula presidencial. Dos períodos después, sigue fiel a la estrategia K aunque
sus amigos y enemigos saben que sus modos de pensar la política distan de los
entronizados en 2003. Ha
hecho manifiesta su voluntad de presentarse como candidato presidencial y esto
ha desatado el odio y la persecución por parte del ejecutivo nacional pero milagrosamente
las encuestas lo muestran con una lozanía impensada. Será candidato, dijo, si
Cristina no lo es. Queda por saber si él contribuirá a que la presidenta logre
la posibilidad de modificar la Constitución para acceder a una nueva
candidatura. ¿Hasta dónde Scioli es capaz de sacrificar sus aspiraciones? ¿Se
animará a alejarse del kirchnerismo o lo acompañará hasta el final, aún con el
rechazo que le propina el entorno presidencial?
La
situación de Binner probablemente tiene otras complicaciones. Su candidatura no
podrá despegarse de la situación política y económica de Santa Fe, aunque no
sea él quien la gobierna. Los avatares y cimbronazos que pueda sufrir su
provincia no dejarán de influir en sus posibilidades. En lo ideológico, Binner
aparece como un postulante de centro-izquierda con amplias coincidencias con el
gobierno nacional. Sus diferencias son, fundamentalmente, de estilo. Hombre de
gesto adusto, de palabra calma, jamás podría ser visto como protagonista de
excesos de ningún orden. Su afinidad con la versión cristinista del peronismo
es clara: su fuerza apoyó toda la panoplia “progresista” a la vez que respaldó
medidas clave del gobierno como la Ley de Medios, las estatizaciones de YPF y
Aerolíneas, etcétera.
Macri
y de la Sota ocupan el espacio político más distante del kirchnerismo. El Jefe
de Gobierno de Buenos Aires, casi no habla de política. Cuando lo hace es por
razones prácticas: para defenderse de los avances del gobierno nacional sobre
su espacio de poder. Apela a la razón y a la eficiencia como instrumentos
esenciales de su gestión. Su fortaleza está en su gestión municipal y esa es
también su principal debilidad: las dificultades para mirar la política y
elaborar un discurso que desborde los precisos límites de la General Paz.
Desde
Córdoba
El
caso de de la Sota es el que posee aristas más singulares e interesantes. Se
trata de un militante político de toda la vida, no de un “outsider”. Y gobierna
una provincia con tradición de rebeldía, con acentuado sesgo federal, con base
productiva diversificada (agraria e industrial), con gran tradición cultural y
con un rol protagónico en los noventa, a través de Domingo Cavallo y su
Fundación Mediterránea. Córdoba es, también, una provincia donde el
kirchnerismo no es mayoría.
Entusiasmado
tras la conquista de su tercer período como gobernador, esa misma noche lanzó
el “cordobesismo”, cuya dimensión cambió apenas una semana después, ante los
resultados de las internas presidenciales que aseguraban ya un triunfo
aplastante de Cristina.
Son
las dificultades financieras de la provincia lo que ha hecho recrudecer su
vocación contestataria. El conflicto con el ejecutivo nacional acerca de la
Caja de Jubilaciones es su punto de mayor debilidad pero también es su
plataforma de desafío, crítica y distancia de Cristina.
De
la Sota sabe que él es, de todos los aspirantes, el que ha hecho una apuesta
mayor. Binner carece de responsabilidad de gobierno, Macri tiene una posición
bastante invulnerable, Scioli especula con que su debilitamiento contagie al gobierno
nacional, y eso le concede una cuota de inmunidad.
Pero
De la Sota está solo. Ya le han sacado el banquito, según la desolada imagen de
Bonavena. No es un recién llegado a la política: ha estado muchos años en
situación de desventaja electoral en Córdoba y sabe de qué se trata el poder y
cómo se maneja. Sabe también que, si quiere aparecer con posibilidades serias
debe mostrarse como alguien capaz de aglutinar fuerza política y de convocar a
un nuevo proyecto.
Eso
supone que deberá llevar la discusión con Cristina fuera de los estrechos
márgenes de la disputa jubilatoria. Deberá comenzar a hablar, cuanto antes, de
los grandes temas de la política y de la economía. El dólar, el federalismo,
las importaciones, la crisis mundial, la democracia, la Ley de Medios, la
libertad de expresión, el rol del estado y similares. Si no lo hace, corre el
riesgo de quedar acotado a un corralito provinciano del que no podrá salir
victorioso.
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