miércoles, 1 de agosto de 2012
Moreno: ¿estratega o Brancaleone? Por Gonzalo Neidal
Si
nos descuidamos un poco, los encargados de redactar el relato oficial acerca de
lo que va pasando en estos días, presentarán a Guillermo Moreno como un gran
estratega y planificador de la economía.
Dirán, por ejemplo, que las
restricciones a las importaciones que causa estragos cotidianos en diversas
áreas de la actividad económica, es una inteligente y razonada política de
desarrollo industrial ya que promueve a la industria local e incentiva a
fabricar aquello que ahora se prohibe importar.
Los
que estamos viviendo y analizando estos años, sabemos que la realidad es muy
distinta, que lo que en verdad ha ocurrido es un aumento de la fuga de divisas
al exterior y una corrida hacia el dólar por parte de amplias franjas de la
población con capacidad de ahorro.
El
temor del gobierno por la escasez de divisas es muy sospechoso pues las cuentas
del Banco Central acusan la existencia de 46.000 millones, cifra muy importante
que le otorgaría solidez a cualquier programa económico y que no debiera poner
nervioso a ningún secretario de comercio. Sin embargo, el gobierno decidió
intervenir en el mercado y prohibir la venta de moneda extranjera, lo que
disparó su cotización un 40%, en su versión libre o paralela.
El
estilo Moreno en materia de divisas es muy rústico. Consiste en demorar las
importaciones, prohibir algunas, entorpecer otras y desalentar a todas. Ya
varias veces, algunas fábricas han debido detener su producción durante varios
días por falta de insumos, hospitales se quejan por falta de medicamentos y
elemen insustituibles a la hora de una cirugía, faltan repuestos para máquinas
y vehículos, incluso algunas piezas para automotores que luego se exportan.
Los
temores de Moreno son fundados. El deterioro del tipo de cambio complica día a
día a los exportadores a la vez que abarata los precios de importación y
estimula las compras en el exterior. Sin embargo, la inflación continúa su
marcha y cada día debilita más la situación de los que exportan.
Pero
se sabe: no se puede devaluar porque eso haría saltar incluso el termómetro del
INDEC en materia de inflación. Por lo tanto hay que hacer algo heterodoxo.
Parar la inflación es una tarea complicada pues los gremios insisten en
reclamar aumentos salariales que compensen, cuanto menos, el perjuicio causado
por el alza de precios.
Entonces
aparecen la solución Moreno: el hacha. El modo torpe de tratar de ahorrar
divisas como fuere. Pero todos sabemos que este sistema de controles y prohibiciones
siempre ha fracasado. Peor aún: siempre termina en un estallido. Pero la
pulsión es irresistible: lo hacemos igual. Porque prohibir de compra de la vil
moneda norteamericana tiene incluso un halo revolucionario, progresista. Y el
que se queja porque no puede comprar dólares es un ricachón que sólo piensa en
él y no en la Patria. Un entreguista. Un gorila. Un cipayo.
Uno
podrá decir: pero si todo esto es tan claro como se describe… ¿acaso el
gobierno no lo sabe? ¿No se da cuenta? ¿No lo ve? ¿Por qué ir con energía y
decisión hacia un problema que inevitablemente le caerá sobre la cabeza?
No
se trata de una lucha entre sabios e ignorantes en materia de economía. No. Es
probable que el gobierno sea consciente del problema que tiene con la moneda
extranjera pero prefiere tomar un camino que esquive el cimbronazo que le
significaría la actualización del tipo de cambio. Excluido ese camino, quedan
los parches. Lo que se está haciendo. La Armada Brancaleone. Y esperar.
Dejar
pasar el tiempo, apostar a que una profundización de la crisis Europea haga
evidente a ojos de todos que la crisis mundial es tan pero tan profunda que
incluso ha horadado el blindado modelo kirchnerista.
La
economía demanda la baja de subsidios pero la política requiere sostenerlos mientras
se pueda. Una excelente idea, que mata dos pájaros de un tiro, consiste en
reducir los envíos a las provincias. De ese modo, la Nación conserva sus fondos
y son las provincias las que tienen problemas. Al día siguiente de alguna
queja, aparecerá un ministro o la propia presidenta para recomendar a los
gobernadores que administren mejor sus fondos.
Podrá
decirse que ésta es una visión pesimista de la economía. Es probable. Pero no
hay mucho más que esto. Aunque los ideólogos del “relato” se empeñen en pintar
a Moreno como un fino estratega del crecimiento planificado y de echar la culpa
al resto del mundo de nuestros padecimientos.
Algunas
leyes de la economía no pueden ser burladas durante mucho tiempo. Tienen la
costumbre de tomarse venganza.
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