domingo, 26 de agosto de 2012
Krugman: una de cal, una de arena. Por Gonzalo Neidal
Desde
la renuncia de Roberto Lavagna, prácticamente no hemos tenido ministros de
economía, dicho esto en el sentido de alguien con criterio propio, con peso en
las decisiones económicas, no un mero ejecutor de órdenes que se toman en otros
niveles de gobierno.
Quizá
la explicación sea que, pasados las primeras escaramuzas y traumas posteriores
a la quiebra de la convertibilidad y renegociada la deuda pública, la economía
argentina transcurre por un ancho y cómodo carril marcado por un contexto
mundial favorable, que hacen innecesarias o, cuanto menos, prescindibles la
ejecución de una trama fina para un esquema que funciona prácticamente solo:
aumento en el precio de los productos de exportación, elevada recaudación,
ensanchamiento del gasto público y de los subsidios al consumo. Lo demás son
detalles casi sin importancia. Con los datos y el impulso proveniente del
exterior, el resto del rompecabezas se arma solo.
Carente
de ministros de economía de peso, sin embargo, el gobierno se siente amparado
por dos padrinos importantes que, le otorgarían el visto bueno y una suerte de
certificación de calidad a la política económica vigente. Uno es Joseph
Stiglitz. El otro, Paul Krugman. Ambos Premio Nobel de Economía, ambos
estadounidenses, ambos keynesianos, según la clasificación dominante en torno
de las ideas económicas.
Hace
pocos meses, Krugman ha publicado un nuevo libro en el que más o menos reitera
los conceptos que ya hiciera conocer en textos anteriores. Su nombre es
ambicioso y prometedor: ¡Acabemos ya con
esta crisis!. En este nuevo texto llama la atención el esfuerzo
simplificador del autor, que realmente logra su objetivo: impactar al lector en
su tesis central. Sostiene que solucionar la crisis económica mundial es muy
sencillo, casi un juego de niños.
El
corazón del pensamiento de Krugman es éste: “¿Por
qué la desocupación es tan elevada y la producción tan baja? Porque nosotros
(consumidores, empresarios y gobierno) no estamos gastando lo suficiente”.
Eso es todo. Para Krugman la crisis actual no es más que un calco de la
situación afrontada por el mundo hacia 1930. Y la solución es exactamente la
misma: gastar más para poner en marcha la economía.
Eso
es todo. Nada más. Punto.
Europa
no da la impresión de venir de un período de gasto bajo. Especialmente, los
países que tienen sus cuentas más desarregladas, tales como Grecia, España,
Portugal, Italia. Estas naciones vienen de décadas de desarreglos económicos
consistentes, entre otras cosas, en gastar por encima de que recaudaron,
llegando a un nivel de endeudamiento insostenible. Estos países ya estuvieron
en el territorio que Krugman les aconseja. Vienen de ahí.
Pero
Krugman insiste en su fórmula: emitir, gastar y, de ese modo, mover la
economía. Es una visión unidimensional, muy a tono con lo que el gobierno
nacional desea escuchar en este momento.
Lo
que antes se denominaba como manejo irresponsable e inflacionario de la
política monetaria o bien emisión sin respaldo, ahora es llamado “políticas contra
cíclicas”, o también “políticas de estímulo de la demanda”. Toda la economía
parece quedar reducida al simple expediente de activar la máquina de imprimir
billetes y ampliar el gasto público. Eso activa la economía y todos felices.
Las
innovaciones tecnológicas, el nivel de inversión, el nivel de los precios
internacionales, la productividad y otras variables sustanciales y decisivas de
la economía, no son tenidas en cuenta o bien subordinadas olímpicamente a la
famosa demanda agregada, pero principalmente al gasto de los particulares y del
estado.
Con
la fórmula de Krugman casi podríamos abolir el cargo de ministro de economía y
poner en su reemplazo al director de la Casa de Moneda (o bien de Ciccone
Calcográfica) para que ponga en marcha la maquinita cada vez que la economía
comience a aflojar un poco.
Al
igual que Stiglitz, Krugman se obsesiona con los banqueros internacionales y
sus elevados emolumentos. Una y otra vez, cae sobre lo mucho que ganan los que
tienen cargos de responsabilidad en el sistema financiero. La crisis, conforme
a esta explicación, tiene su origen en la ambición desmedida de esta mala gente
que prestó dinero a quienes no podían devolverlo.
Claro
que, mientras esto ocurría (y la economía crecía gracias a este estímulo… keynesiano),
todos guardaban silencio. Todos gozaban calladitos este tiempo de tasas
bajísimas y fondos abundantes. Eso es lo que eclosionó y ahora necesita ser
reformulado.
Pero
es así: cada uno escucha lo que desea escuchar y cada uno elije como referente
a los economistas que mejor se adaptan a su modo preconcebido de mirar la
economía.
Otras
ideas
Claro
que mientras Krugman lanza su libro y nos informa de las facilidades que
contamos para salir de la crisis, por otro lado concede un reportaje a Andrés
Oppenheimer donde no reniega de sus puntos de vista pero deja algunos temas en
claro, demostrando que no come vidrio:
·
“Lo
poco que sabemos es que las viejas reglas aún tienen vigencia: si uno imprime
dinero para cubrir sus deudas aun cuando la economía no esté en recesión,
provocará una inflación alta. Si uno aplica políticas populistas
irresponsables, eso perjudicará el crecimiento. De manera que no creo que
Venezuela sea un modelo a imitar”.
·
Respecto
de Argentina, dijo “no es una historia de éxito tampoco, aunque no está en la
misma liga que Venezuela”.
·
Según
Krugman, “Argentina tuvo una notable recuperación de su crisis de los primeros
años de la década pasada, pero claramente han seguido aplicando las políticas
populistas durante demasiado tiempo… Si hubieran hecho un giro hacia políticas
más moderadas en el 2007, la historia de Argentina hubiera sido totalmente
positiva. En cambio, mantuvieron el pie sobre el acelerador”.
En fin, si alguien hace una lectura
ligera del libro, y se entusiasma, resulta imprescindible cotejar con estos
dichos más recientes del Premio Nobel.
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