miércoles, 3 de octubre de 2012
Tribulaciones de una diputada. Por Gonzalo Neidal
¡Qué
difícil es la situación de Carmen Nebreda!
Uno
puede imaginar que se siente tironeada de varios lados. Una suerte de Túpac
Amaru de la política. Es como si existiera en ella una pugna de lealtades de
complicada resolución. Veamos.
Ella
ha sido elegida diputada nacional por el kirchnerismo. No tiene ningún
compromiso político con el gobierno de Córdoba ni con el gobernador José Manuel
de la Sota en forma personal. Eso está claro. Ella responde a Cristina y al
gobierno nacional. Punto.
Pero
Nebreda ha sido elegida diputada en la provincia de Córdoba. ¿Esto supone que
ella debe defender el interés provincial? No necesariamente. La Constitución
Nacional establece que los diputados nacionales lo son “del pueblo de la
Nación”. No tienen una representación federal aunque hayan sido elegidos por
votantes de una determinada provincia. Distinto es el caso de los senadores.
Estos representan a las provincias. Esto es, de todos modos, una valoración
jurídica. Desde el punto de vista político, se espera que un diputado nacional
elegido en Córdoba, defienda el interés de su provincia ante un conflicto que
se plantee entre ésta y la Nación. Si no lo hace entonces seguramente deberá
pagar un costo político en su propia provincia.
Pero
ahí no termina todo. Nebreda es, también, docente. Y resulta que el conflicto
planteado entre Córdoba y el ejecutivo nacional está referido a la Caja de
Jubilaciones de la provincia, de la cual cobran sus haberes los jubilados
docentes, cuyos intereses gremiales han sido motivo de los desvelos de Nebreda
durante sus largos años de militancia sindical.
Es
un segundo costo que paga Nebreda por el mismo problema: ante sus propios
pares. Al alinearse con el gobierno nacional, seguramente más de un jubilado
docente la ha de estar maldiciendo porque más allá de cualquier otra
consideración, el incumplimiento de la Nación con la Caja de Córdoba es una
explicación convincente acerca de los motivos del conflicto planteado y el
consecuente perjuicio para los jubilados provinciales, entre ellos los
docentes.
Cada
vez se le hace más difícil a Nebreda explicar los aprietes del gobierno
nacional al gobierno de Córdoba. Por el momento le alcanza con denunciar las
aspiraciones nacionales del gobernador de Córdoba. Nebreda dice que De la Sota
quiere ser candidato a presidente y que hace todo esto para lograr notoriedad
nacional, aunque no tiene razón en su disputa con la Nación. Dice que lo de De
la Sota es una simple pose y que las motivaciones de su queja son políticas y
carecen de sustento legal y económico.
Pero
resulta que esta misma situación amenaza con extenderse hacia otras provincias,
que sucesivamente se sumarán a las quejas por motivos similares a los del
gobierno de Córdoba. Por ejemplo, la situación en Santa Cruz, donde un
gobernador puesto por los Kirchner, ahora sufre presiones intensas para que
renuncie. O lo que sucede en Buenos Aires, donde el vice gobernador tiene una actitud
destituyente (palabra que le gusta usar a Nebreda para calificar a los
funcionarios cordobeses) hacia el gobernador Scioli que en la provincia de
Buenos Aires obtuvo más votos que Cristina Kirchner. O bien lo que ocurre en
Santa Fe, donde las quejas del gobierno hacia el poder central son crecientes.
La extensión del conflicto entre los gobiernos provinciales y la Nación irán
quitando argumentos a Nebreda y contribuirán a acrecentar su aislamiento
político local.
Pero
el espíritu de sacrificio de la diputada ha sido ya puesto a duras pruebas que ella
ha superado no sin sofocones. Recuérdese, por ejemplo, cuando inopinadamente la
presidenta la embistió de la peor manera contra los maestros en general.
Repitió prejuicios que circulan entre la gente desinformada acerca de que los
docentes la tienen fácil, que trabajan apenas cuatro horas al día y pocos meses
al año, que tienen una cantidad de ventajas que no cuentan el común de los
trabajadores, etc.
Estamos
seguros que Nebreda habría deseado que esas frases hubieran sido pronunciadas
por Mauricio Macri. La respuesta no se habría hecho esperar: habría dicho que
“la derecha…”, que “las concepciones elitistas…”, que “la naturaleza
reaccionaria…”, que “los prejuicios de niño rico…”, etcéteras varios. Pero ¡ay!
esas cosas horribles fueron dichas por la presidenta. ¡Qué contrariedad! ¡Qué
situación tan inesperada! Bueh… no quedó otra que agachar la cabeza y mentar
“las importantes transformaciones” y el resto del relato progresista que
Nebreda conoce de memoria por tantos años de ejercicio en el rubro.
Ahora,
la diputada asume otro desafío: mantener su fidelidad con el kirchnerismo sin
ganarse demasiadas críticas en Córdoba. Pero ella tiene en claro, llegadas las
circunstancias, de qué lado ponerse. Porque para una progresista no hay nada
peor que ser acusada de no serlo.
Eso
es lo que más terror le provoca en el mundo.
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