miércoles, 3 de octubre de 2012
Rucci, sus asesinos y el gobierno. Por Gonzalo Neidal
Hace
pocos días, con motivo de dos conmemoraciones, hemos tenido ocasión de
ratificar que uno de los temas que divide a la sociedad argentina es el de los
derechos humanos.
Por
una lado, el 7 de septiembre se realizaron actos en recuerdo del Día del
Montonero, pues ese mismo día de 1970 los guerrilleros Gustavo Ramus y Fernando
Abal Medina fueron muertos por fuerzas policiales en un enfrentamiento ocurrido
en una pizzería de la localidad de William Morris, en la provincia de Buenos
Aires.
Por
otra parte, el pasado 25 se recordó el asesinato del entonces titular de la CGT
José Ignacio Rucci, brazo derecho de Perón en el gremialismo peronista.
El
homenaje a los montoneros fue hecho por grupos afines al gobierno, con
participación de figuras prominentes del oficialismo entres la que se contaba
la cuñada de la presidenta, Alicia Kirchner, hermana del ex presidente muerto.
El homenaje a Rucci, fue organizado y promovido por el peronismo no
kirchnerista y contó con la presencia de varios dirigentes justicialistas
opositores entre ellos Claudia Rucci, Hugo Moyano, Adolfo Rodríguez Saá,
Francisco de Narváez y el gobernador de Córdoba José Manuel de la Sota.
Son
dos visiones distintas sobre el significado de los derechos humanos y la
valoración histórica del rol de los montoneros y otros grupos armados en la
historia argentina reciente.
Los
unos, auspiciados por el gobierno nacional, ponen en alto el valor de la lucha
armada y reivindican como positiva y benéfica para el progreso nacional, la
figura de los terroristas que durante los años sesenta y setenta asolaron la
Argentina con sus atentados, asesinatos y crímenes. Los montoneros y otros
grupos armados, son valorados por el relato que intenta imponer el gobierno,
como grupos de patriotas que lucharon contra la dictadura y contribuyeron al
regreso de la democracia en la Argentina. El gobierno se identifica con esos
grupos al punto tal de –en ese tramo de la historia- sentirse más cercano a Héctor
Cámpora que al propio Perón, que en sus últimos meses de vida dejó muy clara su
vocación de luchar en contra de los guerrilleros “hasta exterminarlos uno por
uno”, según sus propias palabras.
El
peronismo no kirchnerista, en cambio, prefiere homenajear a una de las víctimas
más prominentes del grupo Montoneros. José I. Rucci no era cualquier militante
sino el titular de la CGT que apoyaba a Perón. Y además, Rucci no fue asesinado
en cualquier momento sino 48 horas después de que Perón triunfara en elecciones
libres y democráticas con el 62% de los votos.
Es
muy difícil que al acto de los montoneros pudiera concurrir algún dirigente
sindical pues los guerrilleros no sólo mataron a Rucci sino que también
asesinaron a otros dirigentes gremiales peronistas como José Alonso (sindicato
del vestido), Dirk Klosterman (SMATA), Rogelio Coria (construcción). Al
promover y apoyar la reivindicación de los Montoneros, el gobierno nacional en
cierto modo vuelve a matar a Rucci pues pone poco menos que en el lugar de
héroes nacionales a sus asesinos. En tal sentido, el Día del Montonero bien
podría ser denominado El Día del Asesino de Rucci.
Esta
decisión de enaltecer al terrorismo de los setenta, muestra a una presidenta
desorientada acerca de la naturaleza y el espíritu de su base de sustentación
política. Vive rodeada de intelectuales que no provienen del peronismo
tradicional y se siente afín a ellos y distante del peronismo sindical, el de
los barones del conurbano, el de los punteros barriales. Para ellos, no utiliza
ningún arma ideológica pues le alcanza con los subsidios y sobornos. Los
intelectuales setentistas (que ya lo son también en el sentido de que
transcurren esa franja etaria) viven esto como un sueño: finalmente la sociedad
argentina ha comprendido el importante rol que jugó la guerrilla para el
progreso de la Patria.
Por
otra parte, cualquiera que se atreva a señalar que el terrorismo de los
montoneros contribuyó al derrocamiento del gobierno constitucional de María E.
de Perón y a la instalación de la dictadura militar y que, los crímenes de la
guerrilla deben ser también castigados, enseguida es atacado como defensor de
la “teoría de los dos demonios”, que supone poner en un mismo plano unos y
otros crímenes. Uno podría preguntarse si la teoría opuesta no significa
distinguir entre ángeles y demonios.
Que
un grupo de deudos de los guerrilleros caídos en aquellos años realice un
homenaje por sus muertos, está dentro de la reglas del juego democrático y de
la diversidad de ideas propios del sistema republicano. Está en sus manos exaltar
aquellos actos e incluso pensar que la sociedad argentina prefería que a esa
guerra la ganaran los guerrilleros y no las Fuerzas Armadas.
Pero
que el gobierno, a través de sus funcionarios sea quien participa y exalte los
actos de los terroristas de aquellos años, significa que algo no está
funcionando conforme a las coordenadas históricas en las cuales estamos
viviendo actualmente.
Sería
bueno que la presidenta deje claro que ella no cree que los que mataron a Rucci
deban ser catalogados como héroes nacionales.
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