¿Encarna
Hugo Moyano un proyecto de país distinto del que en estos días representa
Cristina Kirchner?
martes, 10 de julio de 2012
Un cruce "nacional y popular". Por Daniel V. González
Si
alguien tenía dudas al respecto, el discurso de ayer ha servido para
despejarlas. Si nos atenemos a las palabras del sindicalista, sus reclamos van
en una dirección que aspira al peronismo clásico, el de los primeros años del
Perón que es, aproximadamente, el que también cultiva la presidenta.
Uno
y otro aman el peronismo de las vacas gordas, el de la segunda mitad de los
años cuarenta. El peronismo de leyes sociales europeas, de crecimiento de la
industria liviana, de empresas públicas, de altos salarios. En aquellos años y
en éstos, la prosperidad se debió a las especialísimas condiciones económicas
que se vivieron en ambos períodos. Saldos de guerra allá; precios disparados de
los commodities agrarios, ahora.
En
enfrentamiento entre Moyano y Cristina no es, en tal sentido, sustancial.
Moyano se encargó de recordarle a la presidenta que él la apoya en todo lo
relativo a las reestatizaciones de empresas públicas privatizadas, algunas de
las cuales generan un déficit que se come los recursos que Moyano reclama al
gobierno.
Moyano
tampoco cuestiona los subsidios. En modo alguno considera que esté mal que, por
ejemplo, el boleto de colectivo se pague en la Capital Federal y el Gran Buenos
Aires menos de la mitad de lo que sale en
Córdoba y otras ciudades del interior del país.
Tampoco
se lo escucha hacer demasiado hincapié en la inflación, que se devora los
sueldos de los trabajadores y ha sido lo que específicamente ha restado
ingresos a los trabajadores en el caso del impuesto a las ganancias.
Las
reivindicaciones económicas de Moyano enfrentan los ajustes que la presidenta
ha puesto en marcha en razón de las complicaciones que la economía va
presentando y que amenazan con agravarse rápidamente.
Una
de ellas, es la inflación. Tiempo atrás los teóricos del gobierno subestimaban
esta anomalía. Amado Boudou, siendo ministro de economía, llegó a decir que no
perjudicaba a los pobres. Otros fueron más arriesgados: afirmaron que “un poco
de inflación, viene bien”. También había quienes insistían en que los aumentos
salariales no contribuían al fenómeno inflacionario. Pues bien: la inflación ha
llegado y, aunque no la nombren ni Cristina ni Moyano, es uno de los grandes
problemas de la economía de estos días en la Argentina.
Moyano
también apunta al presupuesto. Más allá del particular temperamento
presidencial, nutrido de enojos y llantos, más allá incluso del concepto
kirchnerista de lo que el poder significa como espacio incompatible con la
negociación, el berrinche de Cristina tiene fundamentos en las cuentas públicas:
hace rato no reflejan la holgura de los años de gloria superavitaria.
Moyano
reclama a Cristina un comportamiento económico que no tiene en cuenta los
cambios que se están produciendo en el escenario mundial y local. Quiere que
Cristina siga haciendo lo que hacía. Pero ahora ella ya no puede porque el
tiempo de abundancia ya terminó.
Acierta
el camionero cuando puntualiza que, pese a la prosperidad de todos estos años,
en la Argentina sobreviven elevados índices de hambre y pobreza, que en el país
de los alimentos hay aún gente que padece por falta de alimentos. Pero
inmediatamente propone la expropiación del Banco Hipotecario pues, en sintonía
con los años del peronismo clásico, supone que con ese banco en poder del
estado, la solución del problema de la vivienda estará al alcance de la mano.
Piensa que las privatizaciones de los noventa fueron apenas un capricho del FMI
y no una necesidad de una economía asfixiada por un estado abrumador y tonto.
En
ausencia de una oposición visible, Moyano también se animó a formular
cuestionamientos políticos que desbordan las meras reivindicaciones sindicales.
Reprochó
al gobierno su carácter autoritario, su poca disposición al diálogo con quienes
piensan distinto. En la misma dirección, recordó al Perón de los años setenta,
el león herbívoro que se abrazó con Ricardo Balbín y se mostraba más
conciliador con la oposición.
Para
fastidio de la presidenta, Moyano trató con cierta sorna la imagen que
cuidadosamente los asesores del gobierno elaboran de Néstor y Cristina
Kirchner. En este aspecto, el sindicalista no anduvo con chiquitas: se rió de
la pretensión de instalar a ambos como “salvadores de la patria” y también
recordó –en una de sus frases más duras- que el exilio sureño de los Kirchner
tenía como objetivo “lucrar con la 1.050” , en referencia a la actividad de Néstor
y Cristina durante los años del proceso, muy distante del combate
revolucionario. Esta alusión quizá haya
sido una respuesta a los dichos de la presidenta en relación con la militancia
de Moyano en la Juventud Sindical, por aquellos años enfrentada a la Tendencia
Revolucionaria, que integraban los montoneros.
En
otras palabras, Moyano le pide a la presidenta algo que ella no puede darle.
En
lo económico: menores impuestos y mayores salarios reales.
En
lo político: un espíritu conciliador, negociador y democrático.
Todo
indica, sin embargo, que la respuesta presidencial no transitará ninguno de
estos pacíficos caminos.
El
intercambio tiene toda la apariencia de una interna dentro del modelo “nacional
y popular”. Pero en un escenario tan movido como es el que despunta, los
protagonistas pueden tomar caminos impensados.
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