lunes, 23 de julio de 2012
Tómbola. Por Emeté de Riga
Crecientemente,
la dirigencia política (y, a través de ella, la sociedad toda) va delegando sus
funciones al bolillero. A la pura suerte. Que sea lo que Dios quiera.
No
hace mucho tiempo nos ocupamos de los directivos de la Escuela Manuel Belgrano, que abolieron el canon de
mérito para que los aspirantes accedan a sus aulas. Decidieron que es mucho más
democrático que sea por sorteo. Pues eso iguala a los ricos con los pobres.
Y
el sistema del sorteo parece que nos ha dado buenos resultados, pues lo estamos
extendiendo a otras actividades. ¿Para qué desgastar a nuestros dirigentes
políticos ante el permanente problema de la escasez en relación con la demanda?
¿Para qué rompernos los sesos ante la avaricia de recursos? ¿Para qué hacerlo
si disponemos de una varita mágica: el bolillero, el sorteo, el azar?
Después
de lo del Belgrano, las viviendas. Y hubo una nueva lotería para ver quién es
el que accede al techo propio y quién tiene que seguir alquilando o viviendo
con sus padres. Es un método antiguo cuando las casas son menos que los
aspirantes. Se llama a un escribano y listo.
Lo
nuevo en la materia es lo que ha ocurrido ahora en la localidad cordobesa de
Bialet Massé donde el propio intendente ante la escasez de los recursos que
administra y, dado que no le alcanza el dinero para pagarle a todos los
empleados al mismo tiempo, decidió que sea la suerte la que decida. Los que cuenten
con el favor de Alea, cobrarán antes que los otros.
Uno
puede preguntarse qué sucederá si se profundiza la escasez de moneda. Quizá
entonces se decida, simplemente, quienes cobrarán y quienes no. O quienes serán
dados de baja y quienes continuarán trabajando. O qué obra pública se realizará
y cuál se postergará.
No
está mal este sistema. Probablemente convenga extenderlo.
Los
contribuyentes podrían realizar un sorteo íntimo y decidir de ese modo qué
impuesto pagarán y cuál será el que omitan o posterguen.
El
peligro es que surjan fundamentalistas que propongan este método para decidir
acerca de quién gobierna: mandamos todos los candidatos al bolillero y listo.
Nos ahorramos el escrutinio, las dudas y los reclamos por errores en el conteo
o trampas diversas.
La
gente pendiente del azar aumenta a cada momento. Scioli renueva las licencias a
los bingos para completar los aguinaldos y un diputado K redactó un proyecto de
ley para estatizar las salas de juego.
Con
todas estas circunstancias a la vista, cada uno de nosotros tiene pleno derecho
a pensar que su futuro depende del azar.
Que
la vida, al fin y al cabo, no es más que una tómbola.
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