martes, 17 de julio de 2012
De la Sota también va por todo. Por Daniel V. González
Ayer,
el gobernador de Córdoba José Manuel de la Sota dio formal comienzo a su
campaña electoral para 2015.
Podrá
decirse que ese tema nunca estuvo ausente de su cabeza, que siempre tuvo
intenciones y voluntad de luchar por una candidatura presidencial, que se trata
de una aspiración natural para quien ha sido ya precandidato a vice presidente,
tácito candidato presidencial en 2002, embajador, diputado nacional, senador
nacional y tres veces gobernador provincial. Todo es verdad. Pero esta vez su
actitud ha sido muy clara y el momento elegido, no deja lugar a dudas acerca de
sus intenciones.
En
su evaluación, De la Sota quizá haya tenido en cuenta la virtual ausencia de una
oposición estructurada. Apenas resultan audibles los lamentos de los radicales,
socialistas y pinosolanistas que, ante cualquier llamado de la presidenta por
alguna “causa nacional”, concurren prestos a poner su voto parlamentario, para
luego continuar quejándose. Es la política de “apoyar lo bueno y criticar lo
malo”, como si la política no tuviera una unidad y el rumbo del país se
estableciera por una suma algebraica entre “lo bueno” y “lo malo”.
Es
probable que también haya tenido en cuenta el acoso que sufre el gobernador de
Buenos Aires Daniel Scioli y la actitud adoptada por éste de prolongada
sumisión, exceso de cordura, contención en las respuestas. Prevé quizá que la
actitud de Scioli no satisface al electorado no-K y que quizá sea mucho más
adecuado y políticamente rentable dar señales de resistencia, de sublevación.
Incluso de desafío y provocación.
Y
finalmente (last but not least), De la Sota debe haber evaluado el franco
deterioro de la situación general, de la economía y la política. La inflación
creciente, el dólar libre disparado, franjas productivas en recesión, empresas
con dificultades y, sobre todo, la falta de reacción de un gobierno que
entiende que la solución consiste en ir “por más” y en sostener su discurso
contra una realidad que, ella sí, se nos está cayendo encima.
La
ácida frase del gobernador en el sentido de que “resulta más fácil obtener un
DNI con cambio de sexo que comprar dólares” le pega duro a la política
cambiaria del gobierno nacional pero también toma distancia de uno de los
fetiches progresistas.
En
esta última dirección, el gobernador apuntó también al controvertido tema de la
droga, problema hacia el cual el gobierno nacional se ha mostrado blando y
permisivo. Incluso, alguno de sus representantes más conspicuos, se ha pronunciado
reiteradamente a favor de la legalización. En este tema y sus conexos, el
gobernador ya había mostrado un rumbo distinto al prohibir las whiskerías,
night clubs y cabarets, vinculándolos a la trata de personas.
No
dejó tampoco de echar una frase de solidaridad para con el gobernador de Buenos
Aires, a quien justificó diciendo que ´”tiene que defender los derechos de su
provincia”. Luego se volcó de lleno hacia la demanda de los fondos que la
Nación adeuda a Córdoba en concepto de compensación para la Caja de Jubilaciones
y por obras no realizadas, unos 2.000 millones de pesos, según estimó. Recalcó
que este reclamo permitirá a la provincia continuar pagando el 82% a sus
jubilados, mientras la Nación abona 2.500 pesos de promedio a sus pasivos.
La
andanada crítica de De la Sota ya ha comenzado a recibir respuesta de los
kirchneristas de Córdoba a los que se sumarán, seguramente, los del resto del
país. Eso también habrá sido calculado por el gobernador, cuya apuesta parece
ir por todo o nada pues, conociendo los criterios que reinan en la Casa Rosada,
es evidente que después de sus declaraciones de ayer, no parece haber un punto
de retorno. Al revés: lo más probable es que el gobierno nacional ya haya
comenzado a elaborar medidas y disposiciones con el sólo objetivo de hacerle
cada vez más difícil el gobierno de la provincia.
¿Era
inevitable tomar ese camino? ¿Era éste el momento adecuado para marcar
diferencias? ¿Siente el gobernador que podrá sobrevivir a un enfrentamiento
franco con la Nación? Todas son preguntas difíciles de responder en este
momento. Probablemente, en los próximos días el gobernador continúe con sus
definiciones y amplíe aún más la distancia política que lo separa de Cristina
Kirchner.
¿Percibe
De la Sota que cuenta con la suficiente autonomía en materia de recursos como
para sobrellevar la asfixia con que se intentará doblegarlo? ¿Qué hará el
radicalismo y qué lo que queda del juecismo? ¿Se alinearán con el gobernador
contra la Rosada u optarán por una actitud tangencial e inane?
De
la Sota ha aceptado el desafío en el terreno en que mejor se mueve la
presidenta: el del combate frontal, del fuego tupido. Y, si lo ha hecho, es
porque ha llegado a la conclusión de que por el camino del diálogo, del ruego,
de los buenos modales, ya nada podía obtener como no sea el progresivo
deterioro de su imagen, el esmerilamiento creciente de su gobierno y la derrota
inevitable por agotamiento.
De
la Sota aceptó el desafío que le proponen desde hace tiempo. Hizo los deberes
aconsejados por el pacifismo y no obtuvo resultados. Ahora prueba con un camino
más rústico y elemental: la pelea.
Como
se trata de un político avezado, sabe lo que se le viene, como lo sabía David
frente a Goliat.
Sólo
falta saber si el hondazo dará en el blanco.
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