martes, 10 de julio de 2012

Keynes, Nucete y el valor del dólar. Por Daniel V. González


Ha querido el azar que este fin de semana largo nos reencontráramos con un texto de Keynes que parece escrito para la Argentina de estos días aunque data de 1925. El economista británico lo publicó el 22, 23 y 24 de julio de ese año en el Evening Standard con el título de “Desocupación y política monetaria”. En los Estados Unidos, apareció como Las consecuencias económicas de la paridad de la estelina.

En estos textos, Keynes la emprende contra Winston Churchill, a quien hace responsable de haber restaurado la convertibilidad de la libra esterlina respecto del patrón oro, en un nivel sobrevaluado. Y advierte sobre lo que eso significa para la economía de Inglaterra: la llevará a una disminución salarial en términos reales, a quiebra de empresas vinculadas a la exportación y a elevar la desocupación.
El economista dice que algunas de las medidas tomadas para contrarrestar la situación (restricción a la importaciones, impedimentos a la salida de capitales), son de efecto limitado en el tiempo y no constituyen una solución definitiva: “No se puede retener todos los tipos de productos extranjeros y no se puede impedir a los inversores británicos comprar valores directamente en Nueva York”, dice, como si hubiera escrito para Guillermo Moreno. Señala el encarecimiento en valor oro de la mano de obra británica, como un problema para los exportadores: “los precios de nuestras exportaciones son demasiado altos en el mercado internacional”, afirma.
Keynes veía el peligro de que esa sobrevaluación cambiaria terminara por impactar en el nivel de vida de los británicos y sugería una política de crédito blando para superar la situación. Cabe señalar que él hablaba de un desfase del 10%, con una situación de estabilidad en el nivel de precios.

Volviendo a Cavallo
Ha sido el empresario José Nucete, productor de aceitunas para consumo y aceite de oliva, quien ha expuesto el núcleo del problema económico argentino de estos días con mayor claridad.
El empresario se encuentra al borde de la quiebra en razón de que Brasil ha detenido la compra de sus productos, situación que en estos días hay firmes esperanzas de que pueda revertirse. Y Brasil es un mercado decisivo para mantener en pie a su agroindustria regional. La razón es bien simple: con el bajo nivel del tipo de cambio, los productos de Nucete no pueden acceder a otros mercados porque resultan caros. Brasil les era accesible por razones comerciales históricas y porque ese país también mantiene un cierto retraso en el tipo de cambio que le permitía a Nucete exportar aún con los elevados precios argentinos.
Uno de los puntos críticos más importantes de la convertibilidad fue la fijación de un tipo de cambio de convertibilidad en un nivel que se estimaba subvaluado: el famoso 1 a 1. Todos conocemos el final de la historia: a lo largo de una década se acumularon suficiente tensiones económicas (una de las más importantes fue el excesivo gasto público) que terminaron por producir el estallido de 2001. Pero en ese tiempo, la inflación era mínima, por lo cual la situación de las exportaciones no resultaba tan crítica como ahora ocurre para algunas empresas y rubros muy expuestos.
Cavallo fue denostado por ese tipo de cambio que se consideraba insuficiente y que complicaba a los exportadores. Ahora, la situación es distinta pero en algún sentido, es peor. Hoy es la inflación la que transforma al tipo de cambio en una olla a presión cuyo estallido será inevitable, más tarde o más temprano.

La inflación complica
El alza permanente de los precios internos hace que los trabajadores reclamen aumentos salariales nominales también elevados, para mantener sus niveles de consumo. En esta situación, si el tipo de cambio no acompaña a la inflación, los problemas en el comercio exterior son inevitables. Y cuanto más tiempo se demore en realizar una adecuación, más estruendoso será el estallido al momento en que el ajuste se realice.
Muchos economistas, incluso opositores al gobierno, sostienen que no puede hablarse de la posibilidad de un estallido ya que esta vez Argentina cuenta con reservas suficientes en el Banco Central, que podrían apagar cualquier incendio. Es cierto, aunque no sepamos exactamente cuál es el nivel de las reservas realmente existentes.
Pero la colisión cambiaria no tiene demasiado que ver con esto sino con el deterioro progresivo y vertiginoso de la moneda local a manos de una inflación que ronda el 30% anual, y de un tipo de cambio que no acompaña esa fluctuación de los precios.
Uno de los primeros que comenzó a hablar de la necesidad de “un tipo de cambio competitivo” fue, curiosamente, Aldo Ferrer. Fue antes de que hiciera sus valijas para instalarse en París, como embajador. Luego, la advertencia fue hecha por Cristiano Ratazzi, vinculado a la exportación de autos a Brasil. Y ahora, ya de un modo desesperado, el alerta proviene de José Nucete, que ve que su industria se hunde porque el dólar se abarata cada día.
El gobierno no podrá decir que no fue advertido sobre el problema que se le viene.


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