(Publicado en La Nación - Miércoles 25 de febrero de 2009)
Si se relaciona el Gasto Consolidado con el Producto Interno Bruto (PIB), en el 2002 representaba el 29,3% y en 2008 casi el 44%. Y si se lo mide en dólares, en el 2008 llegó a los 144.000 millones, un 63% más que el promedio de gasto público durante la convertibilidad. En este caso no considero el 2002 por una cuestión de piedad, sino tendríamos que hablar de un aumento de 5 veces en dólares. De todas maneras, por dónde se mire el gasto, se ha disparado a niveles infinanciables, y si lo corregimos por calidad de gasto público, el aumento tiende a infinito salvo que se piense que en todos estos años mejoró la educación, la salud, la seguridad, las Fuerzas Armadas, etc. y, por lo tanto, semejante aumento del gasto tiene como contrapartida hospitales y escuelas a nivel Suecia. Pero esto no es así dado que la misma Cristina Fernández acaba de descubrir en Tartagal que en Argentina hay pobreza, lo cual hizo que me sorprendiera que la presidenta se sorprendiera de que hay pobreza en Argentina.
Es claro, entonces, que el argumento de la Presidenta de que los que más tienen deben aportar más por una cuestión de solidaridad, no resulta convincente. Y no resulta convincente porque el gigantesco incremento del gasto público de los últimos 6 años, que tuvo como contrapartida un fenomenal esfuerzo fiscal por parte de la población, no se tradujo en mejor calidad del gasto y menos pobreza. Todo parece indicar que aquí hay un problema de caja para la política de cara a las elecciones de este año.
Para financiar el gasto se puede recurrir a diferentes mecanismos: a) impuestos, b) endeudamiento, c) emisión monetaria y d) confiscando stocks de riqueza. Veamos los problemas de cada uno de estos puntos.
El punto d) consistió, por ahora y solo por ahora, en apropiarse de los ahorros de la gente en las AFJP, confiscación que, en rigor, sirvió para poco por la composición de los activos confiscados. Es poco lo que puede usar el Estado de esos fondos para financiar el gasto.
En materia de emisión monetaria, la fuerte expansión del BCRA le permitió al Estado cobrar un impuesto inflacionario del orden del 30% anual. Claro que, como cualquier impuesto, tiene un límite de tolerancia por parte de la sociedad, y eso fue lo que pasó en el 2008, cuando los precios se dispararon. ¿Qué fue lo que salvó transitoriamente al gobierno de un desborde inflacionario mayor? Curiosamente la fuga de capitales. El Central tuvo que salir a vender dólares y retirar pesos de circulación para evitar que el tipo de cambio se disparara. En el nuevo paradigma de política económica que descubrió el kirchnerismo la fuga de capitales permitió mejorar la situación inflacionaria. ¡Todo un hallazgo en la ciencia económica!
En materia de endeudamiento, ya ni Chávez está en condiciones de seguir prestándonos a tasas de default. Así que esa puerta está cerrada.
¿Qué es lo que queda? Ajustar el gasto o ajustar al sector privado. Los números fiscales de enero de este año son muy elocuentes. El superávit fiscal, luego del pago de los intereses de la deuda, sólo fue de $ 1046 millones y eso "gracias" a que el Estado se apropió de los fondos que antes la gente ahorraba en las AFJP. Caso contrario hubiese habido un déficit fiscal del orden de los $ 600 millones.
Como en tantas otras oportunidades de nuestras crisis económicas, el Gobierno está frente a un gran dilema. O baja el gasto público para poder reducir la carga tributaria y así devolverle capacidad de demanda al sector privado o intenta apropiarse de más flujos y, en caso de ser necesario, nuevos stocks.
¿Quién es el que el Gobierno cree que puede aportar más flujos a ese barril sin fondo que es el gasto público argentino? El sector agropecuario. Digamos que más que un pedido de solidaridad al sector, lo que se le está pidiendo es que aporte a la campaña del oficialismo en las cruciales elecciones del 2009 porque de no ser así habría que perder el apoyo de intendentes del conurbano bonaerense o generar un proceso inflacionario en el medio de la recesión con el BCRA emitiendo moneda para financiar al gobierno, dado que para los Kirchner bajar el gasto sería algo parecido a una herejía incompatible con su modelo de construcción de poder.
En síntesis, en esta interminable novela del Gobierno contra el campo, el centro del problema se llama "la caja".
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