El INDEC, ese organismo público inspirado por Guillermo Moreno, no deja de sorprendernos con sus cálculos, índices y números de distinta índole.
¡Menos mal que tenemos un organismo confiable que nos hace ver que la realidad es muy distinta a nuestras precarias percepciones!
Si no fuera así, viviríamos engañados por la deformada y antojadiza imagen que nuestros sentidos y nuestro corto entendimiento nos va formando de una realidad que no es tan mala como creemos.
Ahora sabemos que los salarios han crecido, durante el 2008, el 22,4%, una cifra que triplica el aumento del nivel general de precios.
Realmente impresionante.
De modo tal que los asalariados le han ganado a la inflación. En la Argentina, los sueldos suben por el ascensor y los precios por la escalera. ¡Formidable!
Además, los salarios en negro han sido los que más han aumentado: el 37,5%. Si tenemos en cuenta que la inflación de todo el 2008 ha llegado a gatas al 7,2%, comprendemos con claridad que los sueldos se han recuperado el 15% en el caso de los empleos formales y nada menos que el 30% para el caso de los salarios en negro.
¡Una maravilla!
Estas cifras son ciertamente reveladoras y nos hace llegar a conclusiones de distinto orden:
· La Presidenta tiene razón cuando convoca a los argentinos a consumir. Los trabajadores la están juntado en pala y, muy pícaros, se niegan a gastarla toda. Seguro que la guardan en cajas fuertes, o la mandan al exterior. Y eso está muy mal.
· Pero también nos demuestra que está mal que el gobierno ofrezca a los trabajadores artículos del hogar a bajo precio. Seguro que todos ellos ya tienen esos bienes pues, con tanta holgura salarial, ya han de haber comprado de todo.
· Las cifras del INDEC también revelan que Moyano y su CGT protestan por protestar ya que los salarios treparon mucho más allá de la inflación. Antes que pedir aumentos, deberían devolver el excedente que les quedó del año pasado.
· Estos números del INDEC ponen en evidencia la mezquindad de nuestros gobernantes, que no han sido capaces de comunicar al mundo su descubrimiento económico, capaz de revolucionar la ciencia económica y de provocar una ruptura epistemológica capaz de hacer tambalear los principios básicos garabateados por Smith, Keynes y Marx.
· Una mala: la formidable redistribución de ingresos que esto significa, puede ser tomada por los empresarios como argumento en las próximas paritarias. En tal sentido, quizá el INDEC debió manejar las cifras con mayor reserva para que el proceso de rápido enriquecimiento de los trabajadores sea silencioso y pase inadvertido a los capitalistas, siempre ávidos de mayor ganancia.
· Se nos ocurre una propuesta osada: dado que el INDEC es, fuera de toda discusión, el organismo que mejor mide los fenómenos económicos, el que resulta más confiable, el que denota mayor precisión en sus números, ¿no sería conveniente que sea él y ningún otro organismo el haga el recuento de votos en las próximas elecciones? De este modo, todos los argentinos se quedarían tranquilos acerca de que sus cifras reflejarán los resultados de un modo indubitable.
Verdaderamente, los argentinos deberíamos sentirnos orgullosos de tener un organismo como el INDEC. Pronto, el mundo entero nos vinculará con esta sigla brillante y prestigiosa, del mismo modo que ahora nos relacionan con Maradona y Gardel.
Quizá hoy mismo, mientras escribimos esto, ya esté ocurriendo.
No dudamos que si se midiera el prestigio del INDEC, acusaría una cifra elevadísima.
Eso sí: el cálculo debería ser hecho por el propio INDEC.
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