Anniversary: Garcia Marquez, Nobel Prize 30 years ago
El escritor colombiano y Premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, falleció a los 87 años en su residencia en la ciudad de México.
Por Daniel V. González
 Allí ha de haber encontrado las pistas del espíritu castellano, de la vocación aventurera que llevó a los hombres de la tierra de Cervantes a descubrir y conquistar un nuevo mundo, a contagiarle le fe cristiana y heredarle el más preciado legado: la palabra, la lengua. O sea, casi todo.

De igual modo, quien desee asomarse a las turbulencias de América Latina, no podrá evitar las novelas y notas periodísticas de Gabriel García Márquez. Ahí presenciará un desfile interminable de militares heroicos, dictadores sanguinarios, personajes pintorescos, amores trágicos, pasiones encendidas, desmesuras, extravagancias, sagas interminables y enredos frondosos.
El espíritu latinoamericano, o más precisamente caribeño, aflora en cada página de las múltiples y desbordantes escritas por García Márquez, una de las más grandes plumas de la novela en lengua castellana.
Que haya sido la Argentina el lugar en que se publicó su primera novela importante, la decisiva Cien años de soledad, quizá se deba a que ese texto nos cautivaba por lo que tenía de ajeno: la exuberancia no sólo de la vegetación sino también del paisaje urbano, de la trama cotidiana atravesada por personajes desopilantes. Nosotros, los más europeos de América, caímos fulminados ante la seducción de tanta palabra tórrida y fluida. Estábamos acostumbrados a los prolijos y breves relatos de Borges, a la sensualidad de los textos de Bioy Casares y a los puzzles lúdicos de Cortázar. Al menos a nuestra generación, la América morena le fue presentada, como una gracia, por García Márquez.
Sus novelas, claro, nacieron en un tiempo apropiado para confluir al caudal torrentoso de un tiempo de transformaciones o, mejor, de esperanzas de cambios. Habían pasado pocos años desde la revolución en Cuba y, poco después de la primera edición de Cien años de soledad, el General Velasco Alvarado prometía un proceso de cambios drásticos en el Perú de las encomiendas y el campesinado indígena. Poco después otro militar, Ovando Candia, expropiaba a las petroleras en Bolivia y ahí nomás llegaba Allende a Chile, Torrijos en Panamá y el premio mayor: regresaba Perón a la Argentina.
América Latina toda estaba en una revuelta con aspiraciones transformadoras. Y García Márquez era su novelista. No tanto su cronista como su profeta en la metáfora y la descripción cuasi poética de una realidad desaforada que pugnaba, clamaba, por una modernización que, en cierto modo (y paradójicamente), arrasara con el mundo que García Márquez nos relataba.
Mientras otros escritores de similar envergadura a la suya vivieron un proceso de replanteo y de redefinición de su pensamiento y sus ideas, García Márquez mantuvo una tozuda adhesión a sus amores políticos, principalmente la Cuba de Fidel Castro, a la que adhirió hasta su último aliento. Quizá vio en ella la llama primera de una transformación que barrería con los dictadorzuelos sangrientos que él describía en sus libros e implantaría el reino de la libertad, la justicia y el progreso. Quizá porque sucumbió al propio influjo de sus textos y terminó aceptando que, después de todo, las extravagancias del ahora patriarca invernal cubano le resultaban familiares y entrañables más allá de cualquier otra consideración.
Periodista y novelista, García Márquez nos advierte que quizá no haya demasiada distancia entre ambas condiciones. Como él mismo lo señalaba, el antecedente más remoto de estas dos profesiones eran los Cronistas de Indias, aquellos escribas que llegaban con ojos asombrados dispuestos a relatar al mundo las bellezas y también la ferocidad de una tierra desconocida y cautivante que se abría a sus pasos.
Oscar Wilde, maestro de la ironía e incluso del sarcasmo, solía decir que “la naturaleza imita al arte”. Si esto es cierto, podríamos agregar también que la realidad social se empeña en copiar a sus novelistas. Y América Latina parece estar, todavía, atrapada en las páginas de las novelas de García Márquez.
Para bien y para mal.