lunes, 19 de noviembre de 2012

Quemar las naves. Por Gonzalo Neidal


El episodio ocurrido hace un par de días en Renault Argentina, al momento de presentarse un nuevo modelo de automóvil, le pone sazón y colorido a la política local pero, además, tiene un alto contenido simbólico. Y sintomático.

El vídeo del cruce de palabras y de gestos de disgusto entre el gobernador de Córdoba y la Ministro de Industria ya circula profusamente en las redes sociales. Y en los medios “caceroleros” (independientes que no gustan del gobierno nacional), la actitud de José Manuel de la Sota fue valorada como un gesto de valentía, simpático para esa masa indiscernible de opositores al actual gobierno.
Varios funcionarios nacionales e intelectuales oficialistas han cuestionado la oportunidad para ese intercambio. Se discute si resultó correcto o impropio que se planteara públicamente un diferendo en un acto que tenía otro significado. Curioso reclamo, si tenemos en cuenta que el gobierno nacional no ha trepidado en transformar incluso festejos patrios relevantes en simples reuniones de comité, teñidas de contenido faccioso y autobombo. Siendo una asidua concurrente a los actos presidenciales, Débora Giorgi ha de estar habituada a las discusiones públicas ya que la presidenta increpa regularmente a empresarios y funcionarios.  
La actitud de De la Sota constituye una fuerte apuesta y todo hace pensar que el enfrentamiento entre el gobierno de Córdoba y la Nación se profundizará con gestos similares, en las próximas semanas. En un horizonte que se vislumbra como cada vez más difícil para el logro de la modificación de la Constitución Nacional y la re-reelección de Cristina Kirchner, la batalla por la sucesión es inminente. Y De la Sota se ha lanzado a ella sin pudores, apostando todas las fichas, con claros gestos de desafío. En otras palabras: De la Sota ha quemado las naves, ha dado pasos de enfrentamiento desde los cuales le resultará imposible el retorno a una actitud complaciente o amistosa.
Claro que el cese de las remesas a Córdoba en concepto de compensación por el déficit de la Caja de Jubilaciones, tiene intención política. Pero, además, es un reflejo del creciente deterioro de las finanzas nacionales, cuyos tiempos dorados han terminado para siempre.
De la Sota no es un recién llegado a la política y hace rato ha arribado a la conclusión de que el gobierno nacional quiere pulverizarlo, hacer con él algo parecido a lo que hizo Cavallo con Angeloz: asfixiarlo y llevarlo a una situación financieramente complicada.
Pero el gobernador parece haber decidido morir con las botas puestas, dar batalla frontal. Y ésta es una decisión obligada pues de cualquier modo, aunque Córdoba se comporte dócilmente, recibiría fuego graneado desde la Nación. Su actitud es, pues, la única posible y en defensa propia. Pero el modo en que ha encarado este enfrentamiento es lo que marca la diferencia. En efecto, ningún gobernador se ha mostrado tan crítico hacia la política nacional como lo está haciendo el de Córdoba en estos días.
Ha tenido que arriar la bandera de su primera campaña electoral. La reducción de los impuestos provinciales en un 30% está a punto de pasar a la historia. Pero la culpa –conforme al discurso que intenta imponer el gobernador- será del gobierno nacional, por no cumplir la palabra empeñada y los convenios firmados.
El peronismo de Córdoba, que desde hace ya varios años obtiene un fuerte apoyo en un sector que históricamente le ha sido adverso, como es el campo, ahora se ve en la necesidad de aumentarle los impuestos tras un  regresivo congelamiento que lleva ya 12 años. Los daños para el peronismo de Córdoba pueden ser, en ese sentido, irreparables.
Dadas las circunstancias, el enfrentamiento era inevitable. Pero el tono, el nivel y los condimentos, los ha elegido De la Sota, con los ojos puestos en una contienda futura por el poder nacional. En un momento en que Daniel Scioli todavía se muestra kirchnerista y aún ferviente partidario de esperar que Cristina resigne su postulación re reeleccionista y que Mauricio Macri realiza acuerdos con el gobierno nacional, De la Sota emerge como el único peronista importante que se anima a desafiar a Cristina, a mojarle la oreja y a mostrarse con pretensiones de construir una alternativa de poder para los años que vienen.
¿Es acertada la decisión belicista de De la Sota? Esta es una pregunta improcedente. Es la única posibilidad que tiene, dadas las circunstancias. Primero mostró su perfil dialoguista. Negoció, reclamó e intimó el pago. Llegó hasta la Corte Suprema. No obtuvo lo que solicitaba. Y entonces, sólo entonces, decidió enfrentar al gobierno.
Esta situación deja en posición incómoda a los radicales de Córdoba, que tendrán que hacer malabarismos para continuar siendo anti-K sin mostrar un grado de solidaridad provinciana que fortalezca a De la Sota. Pero, sobre todo, deja en una situación sumamente apretada a Luis Juez que, por su estilo, sus vaivenes, su rumbo errático y voluble, tendrá que ampliar su repertorio humorístico para esquivar preguntas directas acerca de su posición ante un conflicto que irá in crecendo.
¿Cuál es la previsible evolución de estos hechos? Es difícil decirlo. Pero la dinámica de los acontecimientos empujará al gobernador de Córdoba a cuestionar, en defensa propia, los lineamientos generales del gobierno nacional. Con su traje de pre-candidato puesto deberá apuntar a las grandes líneas de la política kircnerista pues la evolución previsible de la economía y la política nacionales hacen presagiar que los mejores años K ya han pasado y los que vienen demandarán la construcción de una nueva propuesta.
En el conflicto entablado jugarán, como en ningún otro, los tiempos. Quien pueda controlar más prolongadamente sus respectivas situaciones, podrá adjudicarse la victoria. Es un combate duro, lleno de ingredientes y situaciones imprevisibles. Y con el fantasma de Pirro sobrevolando el campo de batalla.

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