lunes, 19 de noviembre de 2012
Moyano: ¿otra cara de la misma moneda? Por Gonzalo Neidal
¿Qué
ha pasado para que un sector del movimiento obrero, otrora columna vertebral
del peronismo, haya lanzado un paro contra el gobierno de Cristina Kirchner?
Si
se nos intima a una respuesta en dos palabras, aquí va: la inflación.
Claro
que hay también ingredientes políticos, luchas de dirigentes por la ocupación
de espacios en el mundo sindical, cobro de facturas por la marginación de
fragmentos de poder. Pero ha sido la inflación, con las turbulencias que
genera, lo que está zamarreando la economía y dotando de línea argumental a los
sindicalistas que hoy intentan parar a una parte del país.
Es
increíble que los sueldos estén siendo mordidos por el Impuesto a las
Ganancias, tradicional recortador de los ingresos bien elevados. El hecho que
este gravamen alcance ahora a la franja de retribuciones medias ha sido una
decisión del gobierno, que ha dejado congelados los mínimos no imponibles ante
un fuerte aumento de los sueldos nominales, ocasionado para compensar el
aumento de los precios reales, “el de los supermercados”, como dice Moyano.
La
suba de los sueldos ha sido compensatoria del aumento de inflación y, en
consecuencia, debió ser acompañada por una suba de los mínimos. Pero esta parte
ha sido omitida por el gobierno, que ve así engrosar sus ingresos a costa de
sueldos y salarios. La disputa con Moyano lejos de ablandar al gobierno, lo ha
endurecido pues el concepto de poder que siempre han ejercido los Kirchner
consiste en destruir todo lo que se le oponga y jamás ceder en algo que se le
reclama.
Resulta
increíble que el líder máximo de la oposición sindical, aunque no el único, sea
Hugo Moyano. Se trata de un sindicalista que hace un año hizo campaña por
Cristina Kirchner, que apoyó a Néstor durante toda su gestión y que muestra una
visión de la política argentina reciente que tiene muchos puntos de contacto
con la del gobierno. En efecto, su rechazo a las privatizaciones, a las
desregulaciones, a la flexibilidad laboral y otras políticas de los años
noventa, es coincidente con la batalla ideológica que viene dando el
kirchnerismo respecto de esa década que califican de abominable. Casi no hay
diferencia entre ambos puntos de vista sobre ese tema. No en vano, Moyano es un
recién llegado al campo de la oposición a este gobierno. Hasta no hace mucho,
el camionero le llenaba los estadios a Cristina para respaldarla en su lucha
por permanecer en el poder.
Si
nos alejamos un poco del escenario y miramos los actuales hechos en su génesis
y trayectoria, puede verse que, desde cierto ángulo, Moyano y Micheli son
también víctimas del ajuste. Uno de los principales instrumentos que el
gobierno está utilizando para acomodar –por así decirlo- los desajustes que ha
ido generando durante todos estos años es la inflación, que a su vez le crea
otros problemas de más difícil solución, como el retraso cambiario, verdadera
bomba de tiempo inserta en el conjunto de la política económica.
Este
ajuste inflacionario genera rispideces gremiales que a su vez se potencian
mediante el concepto político que anima al gobierno: no hay discusión posible,
sólo subordinación y acatamiento. En tales condiciones, el movimiento obrero
sindicalizado, uno de los pilares históricos del peronismo, puede llegar a transformarse
en columna vertebral… de la oposición. Las aspiraciones políticas “lulistas” de
Moyano fortalecen esta perspectiva.
Si
uno quisiera hacer un listado de las más importantes diferencias que el
dirigente camionero tiene con la presidenta, podrá encabezarlo con su propuesta
de modificación de las retenciones en el Impuesto a las Ganancias y otros
reclamos gremiales menores. A esta lista, Moyano ha agregado últimamente otros
elementos, esta vez de índole política, antes ausentes: críticas al carácter
prepotente del gobierno, cuestionamiento de la re-reelección y hace un par de
días, aliento y respaldo al gobernador de Buenos Aires Daniel Scioli para que
emprenda su lucha por la presidencia de la Nación.
Al
circunscribir su propuesta al mero paro, sin movilizaciones, quizá Moyano
quiera mostrar un camino de protesta que excluya el salvajismo que significan
los cortes de ruta, los piquetes y otras acciones que coartan la libertad de
circulación y otras formas de coacción y restricciones a la libertad, que
resultan totalmente inaceptables en una sociedad democrática.
Si
es así, en buena hora que esto suceda. Probablemente Moyano haya recapacitado y
reflexionado acerca de que la participación de su gremio en piquetes contra la
prensa independiente y contra otras empresas, por diferendos salariales, no es
el camino para construir un nuevo estilo de hacer política en un país saturado
de prepotencia e intolerancia.
Es
probable que muchos de los que manifestaron contra el gobierno el pasado 8 de
noviembre, miren con simpatía no exenta de desconfianza a Moyano. Y es
razonable: durante una larga década se lo ha visto sumado al proyecto
kirchnerista, compartiendo ideas, filosofía, criterios y estilos.
Muchos
estarán expectantes y curiosos de saber hacia dónde dirige sus pasos ahora.
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