jueves, 13 de septiembre de 2012

No sólo de papa vive el hombre. Por Gonzalo Neidal


El gobernador José Manuel de la Sota, ya en franca actitud desafiante hacia el gobierno nacional, ha querido señalar un canon de lo que a su juicio serían las prioridades de “la gente”, modo impreciso con el que se designa a ese sujeto plural  e indeterminado que es el ciudadano promedio.

Ha dicho que “a la gente la preocupa el precio de la papa y la acelga y no la reforma de la Constitución”. De este modo ha querido ponerse del lado del “pueblo” contra las pretensiones de los políticos, especialmente del gobierno de Cristina Kirchner, de modificar la Carta Magna a efectos de que la presidenta tenga derecho a un nuevo período presidencial.
Según entiende el gobernador, la lucha por la comida diaria (la papa y la acelga) es una preocupación más valedera que un asunto tan etéreo e intangible como una reforma constitucional. Y en algún sentido tiene razón: comer está primero en la escala de las necesidades. El régimen jurídico del estado, su ley madre, puede discutirse una vez que tengamos solucionados los asuntos más elementales, los que hacen a la subsistencia.
También le ha querido decir a la presidenta que se fije bien, que antes de preocuparse por su continuidad en el poder, tenga en cuenta que la papa llegó a 8 pesos el kilo y que comer tiene prioridad sobre cualquier devaneo continuista.
Y es razonable esta jerarquía entre los problemas que plantea el gobernador. Primero la comida; después el derecho constitucional. A simple vista, el planteo del gobernador está embebido de sentido común. Casi podría haber dicho la famosa frase que esgrimió el gobernador Daniel Scioli en plena crisis del campo: “¡Con la comida no se jode, carajo!”.
La pregunta es si lo que se espera de un aspirante a Presidente de la Nación es que ponga su atención sobre el precio de la papa o sobre los intentos de reforma de la Constitución Nacional, que es algo que puede modificar la vida de los argentinos por décadas. Seguramente el gobernador ha percibido en sus incursiones en los barrios de Córdoba y el país una gran inquietud ciudadana por el precio de la papa y otros alimentos. Nos permitimos informarle que, en otra franja de la ciudadanía, la preocupación mayor es por los intentos de continuidad del presente modelo y estilo político y económico, sin perder de vista la tortura que pueda significar para nuestros bolsillos la feroz empinada del precio de la comida.
Pero hay algo más. Si el gobernador pone énfasis en la papa, debe saber que su interlocutor será Guillermo Moreno, nuestro experto en precios, canasta familiar, prohibiciones, controles y otras ficciones dirigistas. Con él tendrá que vérselas De la Sota en caso de que decida insistir en esos temas.
En cambio, si le concediera importancia prevalente a la reforma constitucional, entonces se pone a la altura, en el debate, a la propia presidenta y al corazón mismo de su proyecto de poder. Establece un debate con la cúspide del poder y no a la de un pintoresco secretario de comercio.
Tenemos nuestras dudas de que el precio de la papa sea un tema que preocupa al “pueblo” y que el de la reforma constitucional constituya una discusión de gente exquisita, para una minoría de iniciados en la política. En todo caso, cabe preguntarse, qué pasará cuando las condiciones climáticas cambien, la cosecha de papas vuelva a la normalidad y, en consecuencia, su precio baje a los niveles habituales. ¿Recién entonces llegará el momento de los grandes temas constitucionales? ¿Habrá que esperar a que baje la papa para hablar de la Constituc

ión?
El desolado paisaje que ofrece la oposición parece esperar la presencia de alguien que tome en sus manos, cuanto menos, el debate de los grandes temas del país. Y que discuta con el gobierno en los trazos más gruesos y esenciales que marcarán el escenario político en el futuro. Probablemente al gobernador de Córdoba le convenga afinar la puntería y dirigir su crítica hacia una altura mayor a la del mero y pedestre suelo que alberga y nutre a nuestro esencial tubérculo. 

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