(Publicado en La Mañana de Córdoba - 18-12-2008.)
La cosa es así: si a usted no le gustan las empresas públicas, usted es un traidor a la Patria.
Y no hay vuelta de hoja.
Si usted tiene algunos años sobre las costillas y recuerda cuál ha sido la historia de las empresas públicas argentinas quizá sepa por qué fueron privatizadas.
No nos vayamos demasiado lejos. ¿No se acuerda usted el problema del agua en la zona sur de la ciudad? ¿Qué pasaba? No es demasiado complicado: había que hacer inversiones y el estado provincial no tenía los fondos suficientes.
Por eso se privatizó la empresa pública provincial, la EPOS.
No fue porque Angeloz y Mestre fueran agentes del imperialismo.
Y así pasó con casi todas: durante décadas el estado las descuidó, no invirtió, las llenó de personal innecesario.
Y esto lo hicieron los peronistas, los radicales, los militares, los liberales. Todos.
¿Que podrían haberse administrado mejor? Es cierto.
¿Que no es fatal que sean ineficientes? Es cierto.
¿Que en otros países del mundo hay empresas públicas muy eficientes? Es cierto.
Pero en la Argentina sucedió otra cosa: acá fueron bastante desastrosas.
¿Nadie recuerda cuando conseguir una línea telefónica demandaba, en algunos casos, décadas?
¿Nadie recuerda que YPF tenía 55.000 empleados y podía funcionar con 5.000?
No: acá las privatizaciones no fueron dictadas por el Consenso de Washington ni fueron una imposición imperial. Se hicieron en defensa propia, porque ya la situación no daba para más.
Y lo más importante de todo, algo que generalmente se olvida: fueron respaldadas por la mayoría de los argentinos a través del voto.
Porque Menem, que fue quien privatizó, fue votado en 1989, cuando aún no se sabía bien qué haría en el gobierno. Algunos dijeron que había engañado a la gente, porque dijo que haría una cosa y luego hizo otra distinta.
Pero en 1991 ya se sabía qué estaba haciendo. Y la gente lo votó mayoritariamente.
En 1993 ya estaba muy clara su política de privatizaciones, y la mayoría lo volvió a votar.
Y luego lo respaldó en 1994, para modificar la Constitución Nacional de modo que pudiera ser reelegido.
Y también fue reelegido en 1995.
Si leemos bien estos datos, a las privatizaciones no las hizo Menem.
A las privatizaciones las hizo el pueblo argentino con su voto de respaldo a Menem.
Le dijo: siga con lo que está haciendo que eso es lo que queremos.
Pero ahora parece que si uno no está a favor de la empresa pública, como sea, es un traidor a la Patria.
Se trate de un banco, de una empresa aérea, de una línea de transporte urbano o de la recolección de la basura.
Ahora el viento corre para ese lado.
Veremos dentro de algunos años, cuando el estado no ponga la plata que tiene que poner, cuando llene a cada empresa o emprendimiento de empleados innecesarios, cuando no preste el servicio eficientemente.
Veremos qué se dice entonces.
Pero ya lo sabemos: la culpa será de los grandes imperios.
O de la banca internacional.
O del neoliberalismo.
O de una conspiración internacional anti-argentina.
Pero nunca jamás seremos nosotros los responsables de nada.
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