Entre los múltiples hechos denunciados, se encuentran los delitos de homicidio, reducción a servidumbre, torturas, abandono de persona y lesiones graves.
Es innegable que en la guerra de Malvinas se manifestaron todo tipo de conductas, en ambos bandos y en las distintas jerarquías de las fuerzas armadas. No existe aún una evaluación mesurada y profunda sobre esas conductas, no sólo para fijar castigos, sino tampoco para establecer premios. Sencillamente, no nos hemos dado la oportunidad de revisar en profundidad ese acontecimiento que conmocionó a nuestra sociedad y al mundo.
Es absolutamente cierto que durante la guerra hubo superiores que no tuvieron un comportamiento honorable. De arriba hacia abajo, deberíamos comenzar por evaluar la conducta de aquellos que, sin haber estado en el campo de combate, su responsabilidad en el nivel estratégico incidió decisivamente en el resultado de la contienda.Habría que revisar la conducta del designado gobernador de las Islas, general Mario Benjamín Menéndez y de su estado mayor en Puerto Argentino, más preocupado por su seguridad y confort, que por la conducción de las operaciones o por el estado físico y moral de sus subordinados.
Y luego, sí, cabe evaluar la conducta de quienes en el nivel táctico, no estuvieron a la altura de las circunstancias. Hubo jefes de regimiento que no se les vio la cara durante todo el conflicto armado. Jefes de compañía que prometían ferocidad en el combate, pero cuando llegó la hora fueron los primeros en desaparecer de sus posiciones, abandonando a su tropa. Oficiales y suboficiales que aprovecharon su lugar de mando para cometer abusos de autoridad y desnaturalizar su función militar.También hubo soldados conscriptos que le robaron la bolsa de dormir a su compañero de carpa, o las pocas raciones de comida que se disponían en la escasez. Otros que se dormían durante las guardias, exponiendo a todos sus compañeros a la muerte, otros que las eludían cobijándose bajo la protección de un superior, y hasta quienes se dispararon en el pie para ser evacuados al continente, sin contar con los que sufrieron repentinas colitis justo antes de entrar en combate.
Todas estas situaciones son reprochables, pero también entendibles. La guerra es una desmesura, y nadie puede saber cómo se comportará, hasta que está ahí. Se aprende mucho de sí mismo en tales circunstancias.
Pero también, como sabemos, en la guerra de Malvinas hubo innumerable cantidad de actos heroicos, protagonizados por oficiales, suboficiales y soldados conscriptos.
En la historia de cada caído en y por Malvinas, encontramos una muestra de coraje. Historias que se conocen poco, y de las que sólo han trascendido algunos casos, porque la escasa atención que se ha dedicado a Malvinas desde los espacios de producción de sentido (medios de comunicación, universidades, intelectualidad, etc.), han puesto en un plano de oscuridad a todo el resto.
¿Pueden las cobardías tapar las heroicidades? O por el contrario: ¿pueden los actos heroicos, disculpar las miserias? A nuestro entender, ni una cosa, ni la otra. Lo justo consiste en premiar los méritos, y castigar los deméritos.
El primer juicio, y quizás el más importante para un buen militar, es el de sus subordinados. El que fue buen jefe en la guerra, comparte asados y reuniones de camaradería con sus otrora soldados, en tiempos de paz. Se ha ganado el afecto eterno y la condición de “primus inter pares”. Es querido y admirado, y su palabra respetada. Por el contrario, quien incumplió con su deber en el campo de Marte, no puede ni asomar la nariz por un Centro de Veteranos de Guerra. Este juicio es de única instancia, e inapelable.Quizás haya llegado el tiempo para que el Estado Nacional cree un ámbito desde el cuál se evalúen méritos y deméritos individuales o grupales de lo acontecido en la guerra, para que las presentes y futuras generaciones conozcan más y mejor quién hizo qué cosa en tiempos de guerra.
¿Es el Poder Judicial de la Nación el ámbito donde dirimir estas cuestiones?La resolución adoptada por la Jueza Federal de Río Grande habría definido como de “lesa humanidad e imprescriptibles” a los delitos denunciados, fundando esta posición en que “un acto inhumano cometido contra una sola persona podría constituir un crimen contra la humanidad y de lesa humanidad, si se situara dentro de un sistema o se ejecuta según un plan, o si presenta un carácter repetitivo que no deja ninguna duda sobre las intenciones de su autor”.
Es evidente que el argumento de la magistrada intenta analizar los hechos denunciados a la luz de la doctrina y de la jurisprudencia consagradas internacionalmente en materia de Derechos Humanos. Las mismas por las cuales se está juzgando a los militares argentinos responsables por delitos cometidos en ocasión del llamado “Terrorismo de Estado”.¿Es la guerra de Malvinas un evento homologable al Terrorismo de Estado?La guerra de Malvinas no puede homologarse al Terrorismo de Estado. En cierto sentido, es su contracara, aunque ambos procesos fueron conducidos por el mismo gobierno dictatorial.
En la ejecución del Terrorismo de Estado sí hubo planificación sistemática de secuestros, asesinatos y torturas, de acuerdo a la doctrina impartida por los manuales norteamericanos de contrainsurgencia, contra un “enemigo” interno.
En cambio, en la guerra de Malvinas, las fuerzas argentinas nos enfrentamos a un enemigo externo, precisamente, a aquél que se definía poco tiempo antes como el aliado occidental para enfrentar al “enemigo comunista”. Porque en Malvinas, no enfrentamos a Gran Bretaña, solamente, sino a la OTAN. Es decir, a los EE.UU. y a los países europeos que integraban en ese entonces esa alianza militar. De allí el sabotaje francés para la entrega de los EXOCET ya pagados, o el boicot económico de toda Europa en nuestra contra.
Fue, a diferencia del Terrorismo de Estado, una guerra entre dos ejércitos regulares, con soldados identificados en ambos bandos.
No hubo órdenes de las fuerzas armadas argentinas para inferir torturas a los soldados británicos, ni a los argentinos. Tampoco directivas dirigidas para su eliminación física sistemática. No hubieron secuestros, ni desaparecidos, ni torturas sistematizadas.
Sostener lo contrario, es sencillamente un disparate, sólo explicable por una patología mental inducida por una mirada plagada de odio ideológico, y de estupidez.
Por César González Trejo, Ex soldado conscripto, combatiente en Malvinas.
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