El
populismo es una tentación constante de la política. Todos los partidos parecen
sentir una inclinación irresistible hacia la ampliación de la intromisión del
estado en negocios y rubros que los particulares podrían desempeñar sin
problemas, con mayor eficiencia y con resultados.
sábado, 5 de enero de 2013
La tentación populista. Por Gonzalo Neidal
No
sólo el peronismo sino todos los partidos parecen empujados por una misteriosa
fuerza hacia la absorción de mayores funciones para el gobierno, mayores
gastos, mayor influencia.
Las
cifras iniciales siempre son buenas. Siempre el estado (nacional, provincial,
municipal) sale ganando en los cálculos primigenios porque presuntamente ahorra
la ganancia que el ávido empresario capitalista procura embolsar a costa del
pueblo. Así reza la teoría. Pero pasan los años y el brillante emprendimiento
acumula ineficiencias cesar, incorpora empleados públicos sin detenerse y
genera pérdidas que se acumulan. Pasan los gobiernos y todo sigue igual, hasta
que llega alguien que se rinde ante la evidencia y borra todo de un plumazo,
con una privatización que pone las cosas en su lugar, revitaliza todo y
comienza un nuevo ciclo.
Cuando
hay problemas duros de solucionar, aparece un “deus ex machina”: el estado. Él
lo resuelve todo: pone la plata que haga falta y listo. Ningún privado puede
competir con él. El estado tiene toda la plata que hace falta.
En
general, la lógica que impulsa a los gobiernos de cualquier signo político a
ampliar su influencia en los negocios incluye también un cálculo político: la
posibilidad de contar con un nuevo instrumento de maniobra, de disponer de un
elemento de negociación, que le permita –si fuera necesario- hacer favores a
empresarios afines al gobierno o bien otorgar beneficios a amigos y
partidarios, o bien conceder tal o cual ventaja a cambio de algún tipo de
compensación para el partido de gobierno.
¿No
hay en la Argentina, en toda la Argentina, empresarios que puedan reformar las
terminales de ómnibus, sus locales comerciales, y hacerse cargo de su
administración? ¿Es imprescindible que sea la Provincia quien tome eso a su
cargo?
Es
duro pensar que en tan extenso país no existan emprendedores o grupos
empresarios capaces de administrar una Terminal de Ómnibus, de organizar la
venta de café, gaseosas light y sándwiches de miga. O que no tengan interés en
hacer una propuesta para ello.
Es
curioso que sea justamente el gobernador de Córdoba quien haya dado este giro hacia
la estatización de la Terminal de Ómnibus. Él ha acompañado intensamente las
políticas privatizadoras y desreguladoras de Carlos Menem. Aunque asumió la
gobernación cuando ya la efervescencia de los noventa se había disipado, hizo
el intento de privatizar el Banco de Córdoba y la EPEC, en ambos casos sin
resultados.
Por
otra parte, lanzado ya claramente hacia el escenario nacional, De la Sota ha
buscado poner distancia entre el concepto kirchnerista de la política y de la
economía y el suyo propio. Que se sepa, el gobernador no ha cambiado su idea
acerca de que el creciente estatismo no favorece la economía nacional. Sin
embargo, en este caso concreto, él ha optado por una idea que lo aleja de su
propio camino y lo acerca a los puntos de vista que, en materia económica,
sostiene el gobierno nacional.
Podrá
decirse que lo que hacemos es una inducción excesiva, que se trata de un área
insignificante o bien poco relevante como para sacar conclusiones tan
generales. Y es verdad. Pero en política, lo simbólico no carece de valor sino
que, por el contrario, se nos presenta como un lenguaje decisivo al momento de
perfilar a los candidatos y a sus ideas.
Si
el gobierno pelea con la Nación por fondos que le corresponden a la provincia
¿cómo explicar esta distracción de recursos? Si el gobernador critica a un
estado nacional que resulta asfixiante por sus intromisiones en la economía
¿por qué tomar en sus manos la Terminal?
El
gobernador estará, en los próximos meses, metido en los grandes debates
nacionales. Entre ellos, el de la economía y muy especialmente acerca del
concepto kirchnerista del rol del estado. Necesariamente, desfilarán por su
discurso temas como Aerolíneas Argentinas, YPF, las empresas de energía
estatizadas, los subsidios al transporte y a la energía, etcétera. En ese caso
no le será muy fácil explicar cómo, en su provincia, él ha tomado decisiones
que contradicen su propia filosofía de los últimos años y que, más bien,
encuentran afinidad y están en sintonía con el pensamiento y los criterios del
gobierno nacional.
¿Será
que De la Sota ha cambiado su punto de vista tradicional en este tema?
Con
el paso de unos pocos meses lo iremos sabiendo.
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