sábado, 5 de mayo de 2012

La rebelión de Aguad. Por Gonzalo Neidal


No es sencillo medir el impacto que tendrá en el futuro electoral de la UCR su respaldo al gobierno en la votación por la estatización de YPF.

Temerosos de abandonar sus principios, los radicales (aunque no sólo ellos) entraron en el chantaje patriótico del gobierno y finalmente decidieron apoyar el proyecto oficial “en general” y discutirlo “en particular”. El efecto práctico de esta decisión es el apoyo liso y llano, pues las objeciones pasaron a un olímpico segundo plano, intrascendente.
Al día siguiente de la votación en la Cámara de Senadores, el principal medio oficialista puso en tapa la foto de la pantalla que reflejaba el conteo final: 63 a 3, como un evidente triunfo del gobierno. Y pocos días después, en el acto de Vélez, la presidenta agradeció a la oposición el apoyo dado a su proyecto de ley.
Si la UCR hubiera aplicado el mismo criterio cuando la Junta Militar decidió tomar Malvinas en 1982, su posición en aquel momento debió se la de apoyo y no la de rechazo, como ocurrió. En efecto, la recuperación de Malvinas también ha sido una causa por la que el radicalismo siempre abogó y la naturaleza del gobierno que la llevó a cabo no debió ser un obstáculo para el apoyo, si en aquel momento se hubiera razonado con los mismos criterios con que ahora se lo hace.
Leopoldo Moreau hace rato que viene bregando por una mayor vinculación al gobierno de Cristina Kirchner, al  que siente muy identificado con el ideario de la UCR, según lo ha dicho. El senador Nito Artaza, camina también por esa senda. Ambos expresan con mayor claridad las dificultades que tiene el radicalismo para delinear una política independiente del gobierno nacional, que establezca una diferencia clara y que permita construir a su alrededor una opción distinta a la oficial.
Esta dificultad parece haber sido percibida por el titular de la UCR, quien tuvo que salir a aclarar, apresuradamente, que “votar por la expropiación de YPF no es estar a favor del gobierno”.
El único que se ha animado a proponer una actitud distinta ha sido Oscar Aguad, que anticipó que se ausentará en el momento de la votación, en la Cámara de Diputados. Una actitud ambigua y elusiva pero que establece una diferencia con lo resuelto por su partido. Ya salió Gil Lavedra a objetarle que omita votar por el proyecto de Cristina, temeroso quizá de que, en su próximo discurso, la presidenta no felicite a la UCR. Los pasos que va dando Aguad lo encaminan, muy probablemente, hacia alianzas distintas a las que han sido tradicionales en el partido de Sabattini.
El gobierno nacional parece empeñado una política de nacionalismo extremo que lo llevará a futuras estatizaciones de empresas de servicios públicos y áreas de la economía hasta ahora reservadas al sector privado. Una “chavización” que buscará apelar al sentimiento patriótico no sólo de su propia tropa sino también de la base social y electoral de los partidos de la desteñida oposición. Si esto ocurre, la situación de la UCR se verá complicada pues deberá optar nuevamente entre el respaldo al gobierno en sus estatizaciones “patrióticas” o bien apartarse y luchar contra su conciencia y su propia historia.
El equilibrio de Aguad tampoco será fácil. Es probable que el dirigente cordobés pueda sentirse más cómodo conversando con Mauricio Macri que con muchos de sus correligionarios. Los pasos que va dando lo van a ir llevando hacia una tensión política e ideológica con su propio partido. Dependerá del rumbo que tome el gobierno que los conflictos de Aguad con la dirigencia radical se profundicen o se calmen.
Está claro que si el gobierno continúa avanzando en el camino de las estatizaciones, habrá reacomodamientos de fuerzas en la política nacional y local, pues habrá nuevos hechos que harán que las barajas se mezclen y vuelvan a repartirse.


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